El tapete sacudido

No sólo afectó el renglón de la salud: la pandemia, indudablemente, le movió el tapete a muchísimos aspectos de la vida humana.

Luego de dos años a merced del SARS-CoV-2, seguir pensando que la empresa debe perseguir únicamente la maximización de valor para los accionistas, es entregarse a la mayor de las herejías, porque en el centro del debate empieza a fructificar la idea de brindarle un nuevo rostro social que reemplace al capitalismo salvaje e inhumano que ha dominado hasta ahora: un rostro en el cual el interés de los propietarios y accionistas caminen de la mano con los intereses de la sociedad y los trabajadores.

Bajo este nuevo paradigma, las actividades de toda empresa tendrían un efecto multiplicador dentro de la comunidad en la que se desempeña. Los beneficios percibidos por el trabajador, además de transmitirse a su familia, alcanzarían también a todos aquellos con los que tiene relación; desde el dueño de la tienda de la esquina, pasando por el supermercado, hasta llegar a quienes le brindan servicios médicos, de transporte y hasta educativos de sus hijos. Al igual que una onda en la superficie del agua, los beneficios de una empresa con proyección y conciencia social llegarían a todos los rincones de la sociedad.

Las quejas ciudadanas que resuenan últimamente en el país se dirigen exclusivamente a la clase política, que ha hecho todos los méritos requeridos para merecerlas; pero, tan merecidas como aquellos, la tiene también una casta empresarial enfocada únicamente en el lucro cada vez más codicioso, y que vive de espaldas a las necesidades y expectativas reinantes en su entorno.

No se puede negar que la pandemia sacudió la fibra íntima del mundo y de la nación; y junto a esas sacudidas puso sobre el escenario el reto- para gobiernos y empresarios- de gestionar y trabajar para lograr el mayor bienestar para el más amplio número de población. Y, como parte de ese bienestar, está el de posibilitar el empleo digno y bien remunerado que necesitan los trabajadores para alcanzar su propia prosperidad, junto a las de sus familias y de la comunidad en la que se desenvuelven.

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