La pandemia del covid-19 provocó el cierre de las escuelas en todo el mundo afectando la educación de mil 600 millones de estudiantes. Y aunque en la mayoría de los países fue instaurado el aprendizaje a distancia, la efectividad y el alcance logrados quedan lejos de ser satisfactorios. Las pérdidas de aprendizaje provocadas por la crisis pintan un panorama devastador y de consecuencias aún insospechadas: la presente generación de alumnos enfrenta el riesgo de perder en el curso de sus vidas alrededor de 17 billones de dólares o el equivalente al 14 por ciento de PIB actual. Esta cifra supera con creces los 10 billones estimados en el 2020. Ya antes de la pandemia, en los países de ingresos bajos y medianos, el 50 por ciento de los niños era afectado por la pobreza de aprendizaje, la cual podría acercarse al 70 por ciento luego de superada la crisis sanitaria. En Sao Paolo, Brasil, por ejemplo, los estudiantes aprendieron únicamente el 28 por ciento de lo que hubieran aprendido en clases presenciales. Mientras que en una zona rural de Kamataka en la India, los niños de tercer grado de escuelas públicas capaces de realizar una resta sencilla cayeron del 24 por ciento en 2018 al 16 por ciento en 2020.
En el informe conjunto de la UNESCO, UNICEF y el Banco Mundial, El estado de la crisis educativa mundial: un camino hacia la recuperación, se establece que “para enfrentar la crisis de aprendizaje, los países deben, en primer lugar, abordar la crisis de información sobre el aprendizaje evaluando los niveles de aprendizaje de los alumnos”. También resulta importante mejorar los sistemas para generar y recopilar información oportuna y confiable que permita medir de manera objetiva las políticas aplicadas a la recuperación educativa. Con la ayuda de la información obtenida, se pueden mejorar y afinar las respuestas que los entes responsables de la educación apliquen en aras de optimizar la recuperación de aprendizajes para superar la crisis que pone en riesgo el futuro de los estudiantes.
En Panamá, por otra parte, durante los años 2020 y 2021 el proceso de educación fue guiado por un currículum priorizado que, según algunos dirigentes magisteriales, representa sólo el 50 por ciento de cada materia. Durante dos años, entonces, los estudiantes del país recibieron únicamente la mitad de los contenidos que les correspondía. Ahora, se pretende recuperar la otra mitad pendiente en tan sólo cuatro semanas, sin explicar al público o a los padres de familias las razones que sostienen esa decisión ni la metodología para lograr tal portento.
El desafío que plantea la educación nacional está servido, y la improvisación y las medidas desesperadas y sin sustento no son la mejor opción; y como oportunamente lo plantea el informe antes mencionado “ahora es el momento para intercambiar crisis por recuperación: y, más allá de recuperación, por sistemas educativos transformadores y resilientes que verdaderamente brinden aprendizaje y bienestar para todos los niños y jóvenes”.