Tinglados y calendario festivo

En un país donde el 70 por ciento de los empleos son estrictamente presenciales, la catástrofe laboral no pudo ser peor: de 873 mil 750 trabajadores del sector privado, 364 mil – el 42 por ciento- perdieron sus empleos, mientras que a 284 mil- el 32 por ciento- se le suspendieron los contratos. Para finales del 2020, por tanto, 3 de cada 4 trabajos formales en el sector privado desaparecieron o quedaron suspendidos.

En el 2021, en un ligero atisbo de mejoría económica, se recuperaron 156 mil de los 364 mil empleos perdidos el año anterior. Del total de 284 mil trabajadores suspendidos, 30 mil fueron despedidos y otros 30 mil permanecían con las jornadas reducidas hasta diciembre pasado. Estos datos dejan claramente establecido que 1 de cada 5 trabajadores con el contrato suspendido no genera ingresos o los percibe reducidos hasta ese momento. A pesar que el desempleo se ubicó en 11.3 por ciento en octubre del 2021, la cifra no resultaba tan certera al no tomar en cuenta a los más de 600 mil beneficiarios del vale digital: de sumarlos en la ecuación, la cifra de desempleo en octubre pasado habría alcanzado el 32 por ciento.

Sin causar sorpresas, algunas puertas no fueron golpeadas por la crisis. Como la de la Asamblea Nacional, que durante los últimos años ha visto crecer su respectivo presupuesto manteniendo ilesos sus monumentales gastos en planillas y privilegios. Para el 2021 el botín fue de 107 millones y para este año 2022 aumentó generosamente a 135 millones de dólares, de los cuales 126 de esos milloncejos van dirigidos a gastos de planillas y otros 8.9 al rublo de “inversión”. Mientras la mayoría de la población ha estado sometida a las penurias propias de la más grande crisis global de las últimas décadas, la riqueza presupuestaria y los gastos a manos llenas han sido la nota característica en el palacio legislativo.

Y al contrario de lo que se esperaría, los beneficios que recibe el país de tan onerosa institución resultan mínimos, por no decir que nulos. Y la desconexión y el desinterés que muestran ante las grandes cuestiones nacionales sólo son comparables con su demostrada incapacidad. Mientras la crisis económica nacional sigue mostrando sus poderosos dientes, los funcionarios de marras dedican su tiempo y sus recalcitrantes esfuerzos a iniciativas inoportunas que de nada sirven y en nada alivian los apuros en que se encuentra sumida la población.

Si bien es cierto que honrar el talento es encomiable, dirigir los esfuerzos y recursos para instaurar un día en reconocimiento de cualquier leyenda nacional resulta totalmente contraproducente en estos momentos tan difíciles en los que la prioridad debe estar en acciones concretas para una efectiva recuperación laboral y económica. Porque mientras la agenda legislativa se concentra en establecer días conmemorativos que se amontonan en el olvido, problemas cruciales como el alto precio de los medicamentos y el asfixiante desempleo resultan invisibles para quienes su función primordial debería ser velar e impulsar el bienestar común. El tiempo sigue su curso y el momento de pasar factura se encuentra más cerca: las urnas están a la vuelta de la esquina.

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