La historia reciente ha resultado contundente y definitiva en una lección fundamental: sin importar la gravedad del problema, los intereses escondidos tras el telón de fondo deciden la definición y el destino final de los mismos. El escándalo sobre los graves hechos acaecidos en los albergues, por ejemplo, lo ilustra de manera integral: los poderes y personajes bajo la superficie, que podían resultar afectados si se daban a conocer de manera completa las circunstancias, empujaron dicho escándalo hasta recalar en un encubrimiento e impunidad vergonzosos. A pesar de la indignación ciudadana provocada, pesaron más los intereses subterráneos.
La misma amenaza se cierne ahora sobre la profunda crisis ocasionada por el hastío nacional ante los altos precios de los medicamentos: los poderosos intereses de un cartel conformado por un pequeño grupo de empresas, ha impuesto brutalmente sus réditos a costa del bienestar de las mayorías, poniendo en riesgo la salud y la vida de los que, en un momento crítico, requieren de medicinas para luchar contra la enfermedad. Los precios, que superan hasta en 500 por ciento – en dólares- el precio de venta de los mismos medicamentos en países vecinos, confirman la desmedida codicia y sed de lucro que campea en el oligopolio impuesto en ese rubro específico.
No faltarán aquellos que, con la vista puesta en el próximo torneo electoral y con cálculos politiqueros, asuman demagógicamente el papel de quijotes en esta lucha para la cual no demostraron interés alguno antes que se convirtiera en asunto vital en la atención de la mayoría de la población ahogada por el alto costo que implica la sobrevivencia.
Que el descontento se materialice en un precio justo y accesible para los medicamentos, depende de la voluntad de cada ciudadano y, también, de unir esa disconformidad en un solo grito de protesta que- por esta vez- se mantenga persistente y no permita que se sacrifique el bienestar general para imponer la obscena codicia de una minoría mercantilista. ¡Ya no más!