La tragedia acecha sin misericordia a Haití. Cuando apenas ha transcurrido un mes desde el asesinato de su presidente Jovenel Moise, un poderoso sismo de magnitud 7.2 azotó el suroeste del país alrededor de las 8.30 a.m. este sábado 14 de agosto, dejando cerca de 724 muertos y centenares de personas heridas y desaparecidas según señalan las autoridades 24 horas después del evento. Hace once años, el 12 de enero de 2010, otro poderoso terremoto de 7 grados destruyó la capital haitiana y dejó una estela de 316 mil víctimas fatales, 350 mil heridos y 1 millón 500 mil damnificados. Luego, seis años después- en el 2016-, el paso del huracán Matthew dejó unos 840 fallecidos y daños materiales por 2 mil 700 millones. Aún sin recuperarse de la arremetida de ambas catástrofes, Haití fue sacudida el pasado 7 de julio cuando elementos armados irrumpieron en la casa presidencial en Puerto Príncipe y liquidaron al mandatario Moise y lograron herir de gravedad a la primera dama quien, sin embargo, sobrevivió al ataque.
La nación caribeña continúa acosada, además, por los estragos de la pandemia provocada por el Covid-19 y una crisis económica de larga data que en el último año se agudizó a causa del coronavirus. A todo lo señalado se añade la corrupción y la violencia criminal que controla extensos territorios del país, incluidas importantes áreas de la capital. En estos momentos, los esfuerzos de rescate resultan complicados porque la carretera que comunica la capital con los tres departamentos más afectados resulta intransitable a causa de los enfrentamientos armados entre la policía y las bandas delictivas instaladas a lo largo de la vía.
Definitivamente, la tragedia no le da respiro a esta nación caribeña. Y las instituciones del continente y del resto del mundo, aquellas que pregonan la ayuda internacional como su credo vital, volverán a la verborrea y a las promesas de rigor, a tomarse las fotos acostumbradas y a devolver al olvido a una nación marcada por la indiferencia continental desde los albores de su independencia; que luego de pasar por violencias, dictaduras y desastres naturales “ad infinitum”, continúa esperando la solidaridad del resto de los ciudadanos y de los gobiernos de los países del área.
Solidaridad que seguramente necesitará, nuevamente, este lunes o el martes cuando sea azotada por la tormenta tropical Grace: otra cuenta más en su collar de infortunios.