Las hojas del cambio

Poderosamente arraigado en el ADN del país, la infección del “juega vivo” ha crecido hasta invadir, de forma peligrosa, todos los recovecos de nuestro organismo social, amenazando con alterar la convivencia, la paz social y la estabilidad que nos ha caracterizado como nación a lo largo de nuestra historia. Durante las últimas décadas, la corrupción, el desmejoramiento de los estándares éticos que rigen la vida política y la social, y el progresivo debilitamiento del sistema de leyes- entre otros síntomas- se han instaurado en el escenario local pasando a convertirse en elementos aceptados y rutinarios del diario vivir ciudadano.

Cuando los vicios y las lacras son la norma y no la excepción, sin lugar a dudas ha llegado el momento de plantearse un cambio de rumbo si deseamos evitar el despeñadero. Y no nos llamemos a engaño: el rumbo de un país no se cambia ni por decreto ni por establecer una nueva ley suprema; ¡sólo cambiando la naturaleza intrínseca del ciudadano podemos aspirar a lograr los cambios que se precisan para escribir una nueva historia!

Y este largo y nada fácil proceso de cambio únicamente es posible con educación. Pero no una educación limitada a sumar conocimientos y habilidades para desempeñarse funcionalmente en una profesión u oficio. Para lograr los cambios que puedan llevarnos a nuevos niveles de desarrollo y perfeccionamiento social, se precisa de una educación que apunte a la superación integral del ser humano, que fomente la solidaridad y la responsabilidad compartida para la construcción de comunidades inclusivas, donde la meta no sea el individualismo crudo y duro sino el bienestar y el perfeccionamiento común. Donde existan los espacios necesarios para que cada cual, en consonancia con sus esfuerzos y talentos pueda llevar a cabo una vida plena mientras aporta al avance del resto.

A juicio del filósofo y pedagogo brasileño Paulo Freire, la educación no puede cambiar a la sociedad, pero sí puede cambiar a las personas, y éstas cambiarán a la sociedad. Las campanadas de alerta han sonado hace largo rato: es momento de unirnos y construir los planes y estrategias que sean necesarios para corregir el rumbo. Es tarea de todos.

 

 

 

 

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