“Más allá de la violencia / de ciclones y tornados,
la inmutable trasparencia / de los cielos estrellados…”. (Amado Nervo)
A las 4:00 de la tarde de aquel lunes, 6 de julio de 1992, la ciudad de Panamá, específicamente el corregimiento de Juan Díaz, fue sacudido por una tormenta que duró alrededor de 25 minutos y dejó como saldo trágico a 11 personas fallecidas, más de 100 heridos y muchas viviendas con daños de consideración.
Todo comenzó cuando una nube gris de grandes dimensiones avanzó sobre la ciudad, lo que no tendría nada de extraño en una ciudad de Panamá, acostumbrada a lluvias intensas. Lo que es muy poco frecuente es este tipo de episodios.
La nube se transformó en un violento evento de viento y lluvia que llegó hasta las inmediaciones de Juan Díaz, donde descargó toda su furia, haciendo que una fábrica cayera sobre sus desprevenidos trabajadores, causando muerte y desolación entre quienes estaban laborando.
El fenómeno arrancó árboles desde su raíz, hizo volar techos de fábricas, escuelas y viviendas y causó un terror indescriptible entre los incrédulos habitantes de los sectores de Cerro Viento, San Francisco, Jardín Olímpico y otros. Lo que pasó por la ciudad fue un tornado. Un destructivo y raro –por estas latitudes- tornado. Veamos.
De las múltiples definiciones sobre este evento natural, la más sencilla es esta: “Un tornado es un fenómeno meteorológico violento e impredecible, que se caracteriza por presentar una columna de aire en forma de embudo que gira sobre sí misma y que está en contacto con el suelo en su parte inferior y con un cumulonimbo (o nube de tormenta) en su parte superior”.
Aunque es de breve duración, el tornado libera más energía que cualquier otra tormenta. En su núcleo, puede llegar a producir vientos de hasta 480 km/h, y medir unos dos kilómetros de diámetro. Su estela de destrucción puede abarcar desde unos pocos metros hasta unos cien kilómetros.
Su comportamiento es errático, es decir, cambia fácilmente de dirección, a pesar de ser de corta duración. Se cataloga utilizando la escala Fujita Mejorada, a través de la que se miden los daños provocados. Van desde aquellos que causan daños leves (EF0), y que desarrollan vientos entre los 105 y 137 km/h, hasta los que pueden arrancar casas completas y hacer volar vehículos a grandes alturas (EF5), con vientos sobre los 322 km/h.
¿Cuál es la región donde se producen más tornados?
Sin duda, Estados Unidos es el país más afectado por los tornados. Aunque son bastante comunes en casi toda su geografía, es en los estados del Atlántico donde tienen mayor frecuencia. Las Carolinas, Georgia, Virginia y La Florida, el área denominada “el Corredor de los Tornados”, sufren cada año con los embates del viento. En la última década en ese país se registró una media de 1,274 tornados anuales, muchos de los cuales son de categoría EF5. Claro, también los hay en Canadá y México, los otros dos países de Norteamérica, sin embargo no todos llegan a tener la intensidad y los niveles de violencia de los que azotan EEUU.
También en otras regiones del planeta hay tornados: ya vimos aquel que hace unos años afectó la Ciudad de Panamá; pero en realidad cada vez con mayor frecuencia se han ido manifestando en todos los continentes, a excepción de la Antártida.
Los registros nos cuentan que a partir del año 1900 se han reportado tornados en Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Italia y Reino Unido.
En América del Sur, tampoco escapan a estos hechos naturales, aunque es la zona del Caribe la más afectada. Pero también el sur del continente tiene su propio “corredor de los tornados”, una vasta superficie del norte argentino, más Brasil y Paraguay. Es la zona del planeta con más tornados, después de EEUU. Agregue que en Uruguay, Perú, Ecuador, Bolivia y Chile también se han registrado, todos ellos con resultados funestos.
¿Qué dicen los expertos en relación con el tema?
Preguntados sobre la relación de los tornados y el calentamiento global, dicen que estos fenómenos han sido estudiados a profundidad desde hace solo unas décadas. Fundamentalmente, dicen que la intensidad parece no haber cambiado, pero que sí se nota una mayor frecuencia y que se ha ampliado su radio de acción.
A raíz del tornado que se dejó caer sobre Joplin, Missouri, en 2011, los científicos han desarrollado una serie de estudios que explican la correlación entre calentamiento global y tornados. “Cada día hay más evidencias de que un ambiente cálido, con más humedad y energía turbulenta, favorece los brotes de tornados cada vez más grandes”, dijo el investigador de la Universidad de Penn State, Michael Mann.
A continuación, algunos de los tornados más intensos y violentos:
Daulaptur y Saturia, Bangladesh (1989). Este tornado arrasó y dejó totalmente destruida las dos ciudades mencionadas. En un área de seis kilómetros cuadrados no quedó absolutamente nada. Mil 300 personas perdieron la vida en este evento natural, que se concretó después de seis meses de sequía. Unas 80 mil personas perdieron su hogar.
Daca y Comilla, Bangladesh (1963). Anteriormente, Bangladesh había sido también el escenario de otro tornado mortífero, cuando esta nación formaba parte de Afganistán. Dos tornados asolaron, uno la actual capital, Daca, en el que perdieron la vida 660 personas, y el otro se abalanzó cerca de Comilla, con 263 muertes.
Triestatal, Estados Unidos (1925). Es considerado el más letal de los tornados en la historia de Estados Unidos, y se le llama Triestatal precisamente porque en su ola de destrucción se movió por tres estados: Missouri, Illinois e Indiana.
Causó la muerte de 695 personas y alcanzó velocidades de 352 kilómetros por hora.
La lista de tornados con su estela de muerte y destrucción es interminable. Aunque la comunidad científica está demostrando una relación incontestable entre ellos y el calentamiento global, pareciera que no se hace lo suficiente para revertir esta situación. Los científicos manejan diferentes hipótesis, que al menos preocupan a la comunidad internacional. Pero lo concreto es que los seres humanos debemos tomar conciencia de esto, evitar la tala indiscriminada, y promover, en cambio, la arborización de aquellos lugares que históricamente han sido bosques.