En el Barrio Latino, centro del conocimiento en la capital francesa desde la Edad Media, el cierre de cuatro librerías de una conocida empresa refleja los problemas de un sector que, asfixiado por los precios inmobiliarios, busca reinventarse.
En la «rive gauche» del Sena, este barrio donde se estableció la Universidad de la Sorbona en el siglo XIII, acoge decenas de librerías: de las más pequeñas, especializadas en derecho o en literatura canadiense, a los grandes establecimientos, como el de Gibert-Joseph y sus seis pisos, en el bulevar Saint-Michel.
Pero, hoy en día, esta arteria que une la orilla del Sena con la Sorbona está repleta de tiendas de franquicia y ya no tiene el atractivo de antaño, explica un librero de Boulinier, vendedor histórico del barrio.
Esta librería, impactada por el alza de los alquileres, tuvo que renunciar el año pasado a su tienda principal por un local más pequeño.
En estos últimos 20 años, ante la feroz competencia de la venta en línea y del gigante Amazon, el número de las librerías de esta zona, muchas centradas en material escolar y universitario, ha caído un 43%, según cifras del Taller Parisino de Urbanismo (APUR), en los distritos V y VI de la capital francesa.
El Barrio Latino, epicentro de la revuelta estudiantil de mayo de 1968, sigue siendo un importante núcleo universitario de la ciudad, pero actualmente menos de 10.000 estudiantes residen en él, según el instituto francés de estadísticas.
Lentamente, el centro de París se ha ido despoblando y se ha volcado en el turismo. En paralelo, los centros universitarios se «descentralizan» y se van instalando en la periferia, observa François Mohrt, urbanista en APUR.
Las pequeñas librerías de proximidad
Las próximas librerías que abandonarán el barrio son históricas: el grupo Gibert, primer vendedor de libros independiente de Francia, que se instaló en la zona hace 135 años, prevé cerrar a finales de marzo sus seis tiendas Gibert-Jeune de la turística plaza Saint Michel, a dos pasos de la catedral de Notre Dame.
Rodeado de estanterías medio vacías, uno de sus 69 empleados, cuyo puesto será suprimido, asegura: «Es violento, pero tampoco nos esperábamos aguantar 10 años».
En 2020, la pandemia dejó este barrio sin turistas. Y luego, Bruno Gibert, un exdirigente del grupo, vendió el edificio donde se encontraba la principal librería de la plaza. El aumento de los alquileres aceleró su caída.
Para preservar el «comercio cultural» y «frenar su declive», el Ayuntamiento de París ha puesto en marcha medidas para las librerías con más problemas, explica la concejal responsable del Comercio, Olivia Polski.
La municipalidad propone alquileres «ligeramente por debajo» de los precios del mercado, para reimplantar pequeñas librerías de proximidad que pueden «ser también salón de té», explica.
En París, como en otras muchas ciudades, son estas librerías de barrio las que brindan esperanza al sector.
Según el Sindicato de Librerías Francesas (SLF), los establecimientos independientes volvieron a crecer desde 2017, pese a un pequeño retroceso en 2020 (-3,3%) debido a la pandemia.
Son los locales más pequeños –aquellos cuyos ingresos son inferiores a 300.000 euros (357.000 dólares) por año– los que más progresan: sus ventas aumentaron un 15% el año pasado.
Según Guillaume Husson, delegado general de SLF, para que una librería funcione, el aspecto social es «ineludible».
Y la proximidad, las relaciones humanas entre libreros y clientes, son los aspectos más buscados por los lectores «en las pequeñas estructuras», constata.
París, Francia, AFP