Myanmar, conocida antes como Birmania, no comienza con buen pie el año: este lunes 1 de febrero y amparado por las sombras de la madrugada, el Ejército perpetró un golpe de Estado con el que recuperó el poder absoluto del cual disfrutó entre 1962 y 2011.
El estado de emergencia declarado luego del movimiento armado y que deja el control del país en manos del jefe del Estado Mayor, Min Aung Hlain, se prolongará al menos durante un año: hasta que se celebren nuevas elecciones.
El daño asestado es considerado gravísimo por algunos estudiosos políticos que afirman que con estas acciones se provoca un retroceso de diez años en la vida institucional de la nación.
Que un pequeño grupo se imponga sobre la voluntad de la mayoría, atenta contra la raíz misma de lo que significa democracia: demos (pueblo) y kratos (poder). En su acepción más simple “poder del pueblo”.
Pero, no se atenta contra la democracia solamente con el uso de la fuerza y las armas. Se atenta contra ella cuando se le convierte en un festival electorero, donde cada cinco años al ciudadano se le limita su participación al simple hecho de depositar su voto en las urnas.
Se socava la democracia cuando quienes representan al ciudadano en las instancias del poder olvidan el sagrado interés de las mayorías y actúan en beneficio de los intereses de un pequeño grupo minoritario.
Atentan contra la democracia, también, aquellos que, en medio de una situación de crisis sanitaria y económica, se asignan partidas de medio millón de dólares para “movilizarse” y, además, otro cuarto de millón más para promover fiestas y celebraciones mientras decenas de miles de ciudadanos se enfrentan al desempleo y a situaciones próximas al hambre.
La democracia se socava constantemente por aquellos que le niegan a la mayoría un sistema de salud digno y una educación de excelencia.
Mientras la mayoría silenciosa no perciba que la democracia provoca beneficios y mejores niveles de vida para la comunidad en la que se desenvuelve y que, además, proporciona las oportunidades necesarias para la construcción de un mejor futuro para el pueblo en su conjunto, seguiremos siendo testigos de la debacle de un sistema político pensado para el beneficio de todos, pero que ha terminado en manos de unos pocos que no profesan ni las más altas capacidades ni las más loables intenciones.