Luto en Villa Fiorito

Primero Quino; ahora Maradona. Aquél, un genio del humor y creador de ese mundo irrepetible en torno a Mafalda. El otro, un genio del fútbol y protagonista de la inolvidable “mano de Dios” y de otras hazañas que persistirán en la memoria de todos los amantes del gol. No ha sido un buen año para Argentina, tampoco para el resto del mundo.

El 30 de octubre de 1960 nacía en Villa Fiorito, en los suburbios pobres de Buenos Aires, Argentina, Diego Armando Maradona Franco, en medio de una familia humilde en la que él sería el quinto hijo- luego vendrían tres hermanos más- y que sobrevivía con lo poco que lograba su padre como lanchero.

En 1969 entró a la plantilla del Argentinos Juniors para iniciar una temprana y deslumbrante trayectoria y donde, a partir de marzo, fue la columna vertebral de una racha de 136 partidos ganados, para delicia de los fanáticos y felicidad de Francisco “Francis” Cornejo, el descubridor de aquel continente futbolístico.

Dicen que por lo menos una vez en la vida- cuenta Cornejo en su libro “Cebollita Maradona”- todos los hombres asisten a un milagro, pero que la mayoría no se da cuenta. Yo sí.

Y gracias a ese milagro ocurrido durante las pruebas para reclutar nuevos talentos, un joven argentino inicia una fulgurante carrera deportiva que le permitiría, a la edad de 15 años, hacerse cargo de su familia y luego saltar al amplio escenario futbolístico de su país como primer paso para para pegar el salto, luego, a Europa.

Un mundial de fútbol, dos ligas italianas, una super copa italiana, una copa de Europa, dos copas italianas, una copa del Rey de España, un mundial infantil y una liga argentina. Por si no bastaran, fue tres veces goleador de la liga argentina, máximo anotador de la liga italiana y muchísimos otros premios como “el mejor futbolista del siglo” y “el mejor de la historia”.

Hoy muchos lloran al genio, otros aprietan el dedo en la llaga de su azarosa y conflictiva vida personal, sobre todo en el aspecto oscuro y reiterativo de las drogas que por mucho tiempo le acompañó. Un aspecto lamentable que le marcó siempre y que recalcaba su fragilidad y su naturaleza humana: héroe en un aspecto, villano en el otro. Que la muerte sea la oportunidad para abandonar nuestro papel de jueces, jurados y verdugos y recordarle por el genio deportivo, por esa resplandeciente estela de proezas futbolísticas que llenaron de algarabía y alegrías sin fin a todos los seguidores del gol.

Recordemos al “Pelusa” como el protagonista de la primera venganza incruenta de los últimos tiempos: aquella llevada a cabo en los cuartos de final del mundial de 1986 en México ante la selección inglesa. Cuatro años habían transcurrido desde que el poderoso ejército británico derrotara al argentino en la guerra de las Malvinas: Maradona se cobró revancha con la inolvidable “mano de Dios” y una genial jugada que culminó con el irrepetible “gol del siglo”. ¡Memorable el genio!

 

 

 

 

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