La política tradicional, a poco más de un año para celebrarse el bicentenario de la república, no nos ha llevado muy lejos. Seguimos sin materializar todo nuestro potencial como nación y caminamos a ciegas: carentes de una visión y un norte que nos proporcione la ruta a seguir.
La práctica política criolla sigue presentándose, evento tras evento, como una lucha descarnada donde la única finalidad es acceder al poder. Cada campaña electoral transcurre montada sobre un ataque constante a los vicios- reales e imaginarios- del contrario para disminuirlo en las preferencias del electorado. Además de las promesas interminables sobre cualquier tema que signifique un caudal de votos para quien las lanza al aire.
Manifestar la necesidad de un nuevo paradigma político, luego de casi dos siglos de historia, es llover sobre mojado, sin duda alguna, pero es una verdad de a cuño: la construcción de un país de plenitud para todos reclama de un nuevo modo de hacer política.
Esa nueva política comienza con la transparencia y la rendición de cuentas. Transparencia en cada uno de los actos de quienes aspiran a dirigir la nación; rendición de cuentas acerca de las tareas llevadas a cabo, de los usos que se dan a los recursos y dineros de todos.
También, educar a la cofradía de los partidos en asuntos vitales para la convivencia en sociedad como la tolerancia a las ideas distintas a las propias: con eso se ayudaría a erradicar la violencia del discurso partidista. Además de educar en los problemas fundamentales del país, con datos y cifras para tener la radiografía completa de aquello que precisamos resolver. Eso nos alejaría de la dictadura de los prejuicios y nos acercaría a las soluciones.
El nuevo escenario requerido para darle un golpe de timón a la nación, sólo será posible mediante la generación y el debate de ideas, la propuesta de nuevas metas y visiones que nos marquen la dirección a seguir. Pero, para llegar a ese escenario ideal se precisa del esfuerzo y la participación de todos. Y, más que nada, que los nuevos líderes políticos encarnen todas estas cualidades para que el buen ejemplo cunda entre todos los ciudadanos del país.