Historia de las armas

Una de las armas descubiertas junto a la momia natural más antigua de Europa,Ötzi. Foto: Wikicommons

Según el diccionario un arma es aquel instrumento, medio o máquina destinados a atacar o a defenderse; el medio natural de los animales para defenderse o atacar y el medio que sirve para conseguir algo.

La palabra proviene del latín armus, arma, armi, que significa tanto ‘brazo’ como ‘arma’. Y cuyo doble sentido aún vemos reflejado hoy en la voz inglesa arm.   Esto nos hace entender que la primera idea de un arma es aquel objeto que extendiese o reforzase el brazo de quien lo usara.

El ser humano es un animal un tanto deficiente, no poseemos garras, ni dientes, ni un pellejo duro, ni corremos demasiado deprisa, ni tenemos alas para poder volar en caso de peligro, y además nuestra carne, según los que la han probado, sabe bastante bien. Es decir, éramos presas fáciles para todos los depredadores que pululaban por las sabanas africanas cuando nuestros antepasados descendieron de los árboles. Entonces surge la necesidad de poder protegernos, y atacar. Las armas y el dominio del fuego (usado también como arma en muchos casos) fueron los instrumentos más importantes para la evolución humana por eso, la historia de las armas se puede leer como la historia de la humanidad.

 

La primera distinción de las armas se puede hacer entre armas naturales y artificiales.

Las naturales serían los puños, los brazos, las piernas y los dientes, la piedra, el palo, y los huesos de los animales, ya sea un fémur de bisonte usado como macana o una quijada de burro como la que usó Caín para acogotar a Abel.

Y se consideran armas artificiales cuando se modifican o se elaboran de alguna manera, la piedra deja de ser un arma natural y pasa a ser artificial cuando se inserta en un palo y se construye una maza, o cuando se usa lanzándola desde una honda o un biombo. El palo se transforma en un arma artificial cuando se usa como dardo desde una lanzadera o se aguza al fuego para sacarle punta.

 

En septiembre de 1991 dos alpinistas se encontraron, en la zona de los Alpes llamada valle de Ötztal, fronterizo ente Austria e Italia, a una altitud de 3200 msnm, un cadáver. Aunque al principio, por el buen estado de conservación de los restos se creyó que era un individuo moderno, los análisis pronto echaron por tierra esa suposición. Nos encontramos con la momia natural más antigua de Europa. Ötzi, como se le ha llamado, vivió en el Calcolítico, la Edad de Cobre. Ötzi fue encontrado en un glaciar, pero no murió de hipotermia, agonizó con una punta de flecha clavada en el pulmón izquierdo, aunque el astil de la flecha había sido quitado, por él mismo, por un compañero o por un enemigo. Tenía diferentes cortes en el pecho y heridas defensivas en la mano y muñeca derechas, además de varias contusiones.

Este guerrero estaba bien apertrechado, llevaba un hacha de cobre y pedernal con un mango de madera de tejo, un cuchillo de pedernal con mango de fresno, un carcaj lleno de flechas con los vástagos de viburno, varias puntas de pedernal de repuesto y un arco que era más alto que él.

Pero los análisis de ADN de la sangre que había en estos objetos nos ofrecen la visión de una batalla campal con al menos otras cuatro personas: tenía sangre de otro individuo en su capa y de otra persona en su cuchillo en cantidad suficiente como para suponer que le propinó varias cuchilladas. Además se han encontrado dos tipos de sangre diferente en la misma punta de flecha, lo que nos indica que hirió a dos personas distintas y cada vez sacó la flecha de su víctima.

Esto nos demuestra que el arte de las armas ya estaba bien desarrollado. Si hay algo que el ser humano ha hecho bien desde el principio es inventar adminículos para hacerse daño.

Mucho antes de que Ötzi viviera, ya unos hombres crearon los primeros proyectiles que se han conseguido datar de forma fiable, hace unos 400.000 años. Ocho lanzas de madera, llamadas Lanzas de Schöninger, usadas por el Homo heidelbergensis, en el Paleolítico inferior.

 

En agosto de 2010, en la cueva de Sibudu, en Sudáfrica se excavaron unas puntas líticas datadas hace 64 000 años. Los exámenes dirigidos por un equipo de la Universidad de Johannesburgo encontraron rastros de residuos de sangre y hueso, y restos de un adhesivo hecho de una resina a base de plantas que seguramente se utilizó para sujetar la punta a una varilla de madera.

 

La primera representación gráfica de un arco que tenemos hasta el momento aparece en una pintura rupestre en Rodesia, en la cueva de Markwe. Estas pinturas han sido datadas entre 30 000 a 15 000 a.C., a fines del Paleolítico Superior. Pero el objeto físico, el arco más antiguo del que tenemos registro, es mesolítico (10000 – 3000 a.C), está hecho de madera de olmo y lo encontraron en una turbera en Dinamarca.

Durante milenios el arco compartió importancia con el atlatl, que en náhuatl significa ‘brazo extendido’, o propulsor, que permite la impulsión de venablos o azagayas. Aunque en Europa y Asia terminó siendo desplazado por el arco, en América lo usaron sobre todo los mexicas, los mayas  y los moche y los nazca hasta la época de la conquista española. Uno de los atlatls más antiguos y más hermosos encontrados ronda los 14 000 años, pertenece a la cultura Magdaleniense y fue fabricado en asta de ciervo, tiene, en uno de los extremos, una hiena tallada. El propulsor o lanzador de jabalinas es una simple vara recta de madera o hueso de unos 40 cm de longitud, que tiene un apéndice o apoyo en uno de los extremos, y una zona de prensión o enmangue en el extremo opuesto, al prolongar de forma artificial el brazo, se logra un efecto palanca que amplía la fuerza y la potencia de lanzamiento. Sobre su uso en América precolombina tenemos la referencia de un conquistador, en 1539 Pedro Cieza de León nos cuenta en su Crónica del Perú acerca del armamento que los nativos de Armas en Colombia : «Las armas que tienen estos indios son dardos, lanzas, hondas, tiraderas con sus estólicas.»

Pero los españoles traían con ellos dos cosas que cambiaron el curso de la historia, las espadas de hierro y la pólvora.

(Continúa en la siguiente entrega)

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