Decadencia y partidos políticos

En los últimos años, en la región latinoamericana, los partidos políticos han perdido la credibilidad y el respeto de la ciudadanía.

De ser faros orientadores e inspiradores de la acción ejercida desde el poder, han degenerado en grupúsculos arribistas y camarillas asociadas para el lucro y la imposición de intereses particulares en desmedro del interés público.

En nada ayuda que los “líderes” de estas organizaciones muestren comportamientos poco edificantes y que no son acordes con la responsabilidad social que impone el liderazgo.

Y por si no bastara con lo ya anotado, quienes se toman estos grupos en el presente muestran una ausencia escandalosa de un pensamiento político sólido: exhiben únicamente una deplorable sarta de apetitos y, en el peor de los casos, un insignificante caudal intelectual que les ubica- en la mayoría de las ocasiones- muy por debajo de la inteligencia promedio.

Los que suelen denominarse, en el presente, como partidos políticos carecen hasta de la virtud fundamental que antes les era obligatoria: una ideología, un conjunto de ideas fundamentales que estructure el pensamiento y el actuar del grupo; ese conjunto de conceptos políticos necesarios para transformar a la sociedad y llevarla a nuevos estadios de desarrollo.

Si aspiramos a renovar la política y devolverle su carácter inspirador y transformador, se impone primeramente darle una vuelta de hoja a los partidos políticos. Librarlos de intereses particulares y liderazgos mediocres reemplazándolos por un vigoroso debate de donde surjan las nuevas ideas que nos señalen el rumbo a seguir para construir el país de todos y para todos.

Y mientras llega ese momento, repitamos hasta el cansancio para hacer nuestras las palabras que alguna vez escribió James Madison: “El bien público…el verdadero bienestar de todo el pueblo…es el objeto supremo que debemos perseguir”.

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