La pandemia paralizó el mundo, y entre una de las actividades que se vio afectada fue la educación, en todos los países las escuelas estatales y particulares, así como las universidades se vieron en la imperante necesidad de cerrar sus aulas.
En el caso de Panamá, algunos centros particulares mantuvieron sus clases por medio de plataformas digitales, pero sin la adecuada supervisión de las autoridades, y bajo cuestionamientos respecto a los precios que se mantenían por los servicios brindados.
Pero más allá de eso, la realidad quedó a la vista, la brecha al menos de recursos didácticos y tecnológicos con los que cuentan algunos colegios particulares, frente a la carencia de plataformas y equipos del sistema público.
Múltiples instrumentos de Derechos Humanos, firmados y reconocidos por nuestro país reconocen al igual que la Constitución Política de la República de Panamá El Titulo Tercero que se refiere a los Derechos y Deberes Individuales y Sociales, establece en su Capítulo Quinto el Derecho a la Educación, como una garantía fundamental, además el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, ratificado por casi todos los países del mundo en su artículo 13 reconoce el derecho de toda persona a la educación.
Lo cierto es que nuestro sistema demostró no estar preparado, y las brechas sociales que todos conocemos que existían se pudieron palpar y sentir, en un país con dos tipos de estudiantes, aquellos que pueden acceder a educación (sin entrar a calificar si es de calidad o no) pero que al menos si la están recibiendo y aquellos que por una diversidad de motivos que van desde la falta de acceso de gran parte de la población a internet, a equipos o computadoras sumado a la inexistencias de formación en el manejo de estas plataformas y en la mayoría de los casos a la carencia por parte del Estado de una plataforma nacional de educación virtual, han hecho más onda las diferencias planteadas.
Pero no todo es malo en la educación pública, el caso de la Universidad De Panamá ha sido una historia totalmente distinta y de éxito, ya que se ha podido bajo el formato de plataformas gratuitas y públicas, como Googleclassroom Office 365, Zoom, Whatsapp, Youtube y otras, habilitar las mismas pudiendo por medio de ellas transmitirle a los alumnos en una dinámica distinta sus clases, dando oportunidad a interacciones más constantes, dado la flexibilización en el tiempo, y si bien es un nuevo formato que ha representado todo un reto para los docentes como para los alumnos, se ha estado a la altura de la situación, con experiencias que servirán en la construcción de formatos de clases, permitiendo invitación de funcionarios, profesores, especialistas nacionales o extranjeros y poder tenerlos en tiempo real, además que permite la profundización en los temas dados ya que al poder grabar las clases o subir información que no se borre del pizarrón y quede contenida en la plataforma los alumnos en cualquier momento pueden escuchar o leer múltiples veces.
Definitivamente nadie estaba preparado para la pandemia y mucho menos para su aletargado efecto, pero adaptarse a las circunstancias es una necesidad para el sistema, los docentes, los padres y los alumnos, ya que en adelante tendremos que vivir bajo la amenaza permanente de otras situaciones, y estamos obligados a poder mantener la columna vertebral de la sociedad firme, porque un país sin educación está destinado a la peor de las crisis sociales.
Y este reto supone priorizar el presupuesto, hacer mayor inversión efectiva en educación pública, en plataformas probadas en desarrollos propios, en capacitación permanente a los docentes, acceder a bibliotecas virtuales, a sistemas que puedan utilizarse para interactuar tanto presencial como virtualmente, para que el aprovechamiento sea realmente funcional y efectivo en ese proceso de formación y construcción del conocimiento.
El autor es abogado.