El nombramiento de Robert F. Kennedy Jr. como secretario de Salud y Servicios Humanos en la administración de Donald Trump ha sacudido la comunidad científica, los círculos políticos y al público general. Este abogado, conocido tanto por su activismo ambiental como por sus polémicas teorías antivacunas, está ahora al frente de un departamento que supervisa políticas críticas de salud pública, regulación de medicamentos y programas como Medicare y Medicaid. La controversia no solo radica en sus posturas contrarias al consenso científico, sino en los riesgos que estas suponen para la salud de millones de estadounidenses.
Un heredero polémico de la dinastía Kennedy
Robert F. Kennedy Jr. nació en 1954 en el seno de una de las familias más influyentes de la política estadounidense. Hijo del exfiscal general Robert Kennedy y sobrino del expresidente John F. Kennedy, se esperaba que continuara con el legado de servicio público de su familia. Sin embargo, desde una juventud marcada por problemas legales y abuso de sustancias, Kennedy se ha desviado de las tradiciones familiares para convertirse en una figura polarizante.
A pesar de sus logros como abogado ambientalista —incluyendo demandas exitosas contra gigantes corporativos como Monsanto y DuPont—, en las últimas dos décadas su enfoque ha estado en la promoción de teorías de conspiración. Estas van desde el supuesto vínculo entre vacunas y autismo hasta afirmaciones sin fundamento sobre el coronavirus, alegando que afecta selectivamente a ciertas razas.
Activismo antivacunas: una amenaza global
El activismo antivacunas de Kennedy ha generado preocupación internacional. En 2007, fundó la organización Children’s Health Defense, una plataforma para promover sus teorías desacreditadas. En Samoa, su involucramiento durante un brote de sarampión en 2019 contribuyó a la propagación de desinformación, lo que resultó en una disminución crítica de la vacunación y la muerte de 83 niños.
Kennedy también ha sido señalado como uno de los mayores difusores de desinformación sobre el COVID-19, siendo incluido en un informe del Centro para Contrarrestar el Odio Digital. En documentales como Vaxxed II, ha atacado figuras científicas como Anthony Fauci, acusándolas de manipular la pandemia para beneficiar intereses privados. Pese a estas actividades, Kennedy niega ser antivacunas, argumentando que su objetivo es «permitir que las personas elijan».
El Departamento de Salud bajo una nueva dirección
El Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés) es responsable de la regulación de medicamentos, la supervisión de programas públicos de salud y la implementación de políticas sanitarias. Con un presupuesto de 1.9 billones de dólares y más de 80,000 empleados, su impacto en la vida diaria de los estadounidenses es inmenso. La falta de experiencia médica de Kennedy, combinada con sus posturas controvertidas, plantea interrogantes sobre su capacidad para liderar un organismo tan crítico.
Kennedy ha prometido cambios radicales, incluyendo eliminar el flúor del agua potable, promover la medicina alternativa y reducir la influencia de las farmacéuticas. Aunque algunas de estas propuestas tienen el potencial de abordar problemas reales, como la obesidad y la diabetes, los expertos señalan que carecen de una base científica sólida.
Impacto potencial en la salud pública
El nombramiento de Kennedy podría desencadenar un retroceso en los logros de la salud pública. Las tasas de vacunación, que ya enfrentan desafíos debido a la desinformación, podrían caer aún más, aumentando el riesgo de brotes de enfermedades prevenibles. Además, su enfoque en la medicina funcional y alternativa podría desviar recursos de tratamientos basados en evidencia científica.
Un ejemplo alarmante de las posibles consecuencias de sus políticas es su postura sobre los pesticidas y los aditivos alimentarios. Kennedy aboga por prohibiciones generalizadas que, aunque bien intencionadas, podrían alterar significativamente el sistema alimentario estadounidense sin un plan de implementación claro. Esto podría afectar tanto a la producción como al acceso a alimentos asequibles.
La reacción de la comunidad científica
Figuras destacadas de la salud pública han expresado su preocupación. Lawrence Gostin, experto en derecho y salud global, advierte que las políticas de Kennedy podrían socavar la cooperación internacional en la distribución de vacunas y medicamentos esenciales. Por su parte, Alastair McAlpine, pediatra y escritor, ha enfatizado que las acciones de Kennedy en Samoa deberían ser una advertencia sobre los riesgos de permitir que una figura con antecedentes de desinformación lidere el HHS.
La Asociación Estadounidense de Salud Pública (APHA) también se opone a su nombramiento, señalando que Kennedy carece de la experiencia necesaria para liderar un departamento de esta magnitud. Su presidente, Georges C. Benjamin, declaró: «Ya ha causado suficiente daño a la salud pública en este país».
Un panorama político complicado
El nombramiento de Kennedy refleja las divisiones políticas y culturales que enfrentan los Estados Unidos. En un país donde la confianza en las instituciones científicas está en declive, su designación podría alimentar aún más la polarización. Mientras algunos republicanos ven en él una oportunidad para desafiar el «establishment científico», otros lo consideran una figura inadecuada para un cargo de tanta responsabilidad.
Por otro lado, la oposición demócrata, liderada por figuras como Hakeem Jeffries, ha calificado su nombramiento de «antidemocrático» e «incompetente». Incluso miembros de su propia familia, como su hermana Kerry Kennedy, han condenado públicamente su postura, calificándola de una traición al legado de los Kennedy.
¿Un nuevo rumbo o un paso atrás?
El futuro del Departamento de Salud bajo el liderazgo de Robert F. Kennedy Jr. está lleno de incertidumbres. Si bien sus propuestas pueden atraer a sectores que buscan un cambio en el sistema de salud, la falta de evidencia científica en sus planteamientos y su historial de desinformación representan riesgos significativos.
La confirmación de su nombramiento en el Senado promete ser un proceso tenso, marcado por el debate entre la ciencia y la política. En última instancia, el éxito o fracaso de su gestión dependerá de su capacidad para equilibrar sus creencias personales con las necesidades de un país que enfrenta desafíos sanitarios complejos y urgentes.