Víctor Leonel Benavides Pinilla. Abogado y exmagistrado de la Corte
Fue entre dos fechas, el 19 de julio y el 27 de noviembre de 1830, que Catalina Labouré, Hermana de la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, fundada en el siglo XVII, tuvo la luminosa experiencia de ver y conversar con la Virgen María, quien le pidió que acuñara una medalla con el diseño que ella misma le mostró, y que se conoce mundialmente. Es la figura de la Virgen vestida de blanco reluciente, de pie sobre una esfera, con las manos extendidas expidiendo rayos de luz, en un marco ovalado con la leyenda “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”. El reverso de la medalla es un anagrama con una M sobrepuesta en una cruz y dos corazones debajo, uno con la corona de espinas y el otro atravesado por una espada.
Catalina logró, después de dos años, la aprobación del Arzobispo de París para acuñar la medalla, que luego de distribuirse por miles, fue llamada “Milagrosa” por los prodigios concedidos al invocarse.
La difusión de un hecho que sobrepasa lo sencillamente humano suele ser incontenible, y así ha sucedido tanto con la aparición de la Virgen María a Catalina Labouré como con las otras manifestaciones marianas ocurridas en distintos lugares que se concatenan para ir marcando la presencia continua de María en la historia cristiana y del mundo entero.
Las Hijas de la Caridad y Los Padres Vicentinos, ambas compañías fundadas por San Vicente de Paúl, han sido propulsoras de la veneración a la Virgen de la Medalla Milagrosa. Los padres Vicentinos llegaron a la parroquia Catedral de Santiago de Veraguas en el año 1949, y entre las iniciativas religiosas y sociales que promovieron sobresale la organización de la fiesta de la Medalla Milagrosa, que desde ese año se empezó a celebrar con la participación de muchas comunidades que confeccionaron pequeñas andas de la Virgen inspirándose en las características de su entorno. En esos primeros años, las comunidades rurales llegaban muy temprano y con la bienvenida de las campanas de la iglesia mucha gente salía a acompañarlas. Es de resaltar que esta fiesta cumple 75 años de celebrarse en 2024. Entre los sacerdotes vicentinos que se recuerdan de esta época están los padres Lara, Álvarez y Ayala.
Acerca de la imagen de la Virgen Milagrosa que desde esos años se venera en la Catedral de Santiago, fue traída de París, por iniciativa de las agrupaciones de Hijas de María solteras y casadas que estaban activas en la parroquia. La tesorera de la agrupación de solteras era maestra Sarita Jurado, y realizaron las actividades y gestiones requeridas para traer la imagen.
Entre los animadores de la liturgia de esos años, estuvo el coro de señores y señoras que acompañaba mi abuelo materno Manuel S. Pinilla tocando el armonio, en donde sobresalió el tenor Ignacio de Loyola Valdés. Eran celebraciones litúrgicas que se realizaban de acuerdo con las rúbricas tradicionales anteriores al Concilio Vaticano II, utilizando el latín como idioma oficial tanto en las oraciones como en el canto.
El crecimiento y proyección de la celebración de esta fiesta de la Virgen se fue dando cada año, así, en 1955 la misa de la solemnidad fue presidida por el Nuncio Apostólico Monseñor Bernier y contó con la presencia del señor Presidente de la República don Ricardo M. Arias Espinosa. En el año 1960, la participación de las comunidades con sus anditas fueron más de 80 y la celebración de la misa pontifical solemne estuvo a cargo de Monseñor Francisco Beckman, Arzobispo de Panamá, de origen holandés y miembro de la Comunidad de los Padres Vicentinos.
En la década de los setenta, se invitaron predicadores de otros países para que condujeran la temática que se desarrollaba durante las misas de la novena. La participación de las comunidades, instituciones, barriadas y grupos en la celebración de la Milagrosa, fue creciendo de tal manera que el número de anditas rebasaba las doscientas. Según testimonio de Sor Catalina Delgado, Hija de la Caridad y oriunda de Santiago, la escuela Santa Familia de Panamá, participó varios años con su banda.
La organización de la fiesta siempre se caracterizó por la espontaneidad en la colaboración, de tal manera que desde el primer día de la novena, empiezan a llegar las anditas y se les va asignando un número de acuerdo a su llegada. Ese es el orden que cada andita tendrá en el recorrido de la gran procesión el día de la solemnidad.
Cada andita va acompañada por los miembros de la comunidad o institución cantando los himnos que generalmente son alusivos a la Virgen de la Medalla Milagrosa. El acompañamiento musical usualmente es con guitarras, tambores y también con grupos de música que acompañan cada andita hasta llegar a la iglesia.
El arte que se observa en los arreglos de las anditas es una combinación de la creatividad para expresar la relación que existe entre la fe en María, el entorno que caracteriza cada comunidad y los lemas que cada año se escogen para tener una idea común en la reflexión que sirve de eje para la oración y la meditación durante la festividad. Entre los lemas sobresalen: “Con María, misioneros del amor” (2011); “Juntos a un nuevo día de la mano de María” (2021); “Peregrinos de esperanza, vamos con María camino al jubileo” (2024).
En la década de los noventa, los Padres Vicentinos terminaron su trabajo en la Catedral de Santiago y la Diócesis se encargó de la parroquia. Hubo la duda sobre la continuidad de la celebración de la fiesta de la Medalla Milagrosa, pero el arraigo de esta veneración y la fuerza de la tradición establecida no varió en nada dicha continuidad.
En el año 2014, como preparación a la fiesta de la Milagrosa, se organizó un recorrido de la imagen por las barriadas de la ciudad de Santiago, acompañando a los abanderados. En el 2015, este recorrido se amplió a las comunidades del distrito de Santiago, y en el 2022, a todos los distritos de la Diócesis.
Monseñor Audilio Aguilar, Obispo de la Diócesis de Santiago de Veraguas, mediante Decreto del 15 de noviembre de 2019, proclamó oficialmente a la Virgen de la Medalla Milagrosa Copatrona de la Diócesis y convocó a todas las comunidades y grupos cristianos a seguir participando como tradicionalmente se ha hecho, en esta celebración mariana. Entre las consideraciones para esta proclamación sobresale la que alude a la superlativa relevancia de la Virgen de la Medalla Milagrosa para la fe del pueblo que peregrina en esta Diócesis.
Un testimonio notable sobre la proyección religiosa y espiritual que ha alcanzado la celebración de la Medalla Milagrosa de Santiago, lo recojo del Nuncio Apostólico Monseñor Andrés Carrascosa Coso que, en el año 2016, presidió la misa de la solemnidad, y después de la procesión, se apareció en mi casa acompañado de Monseñor Audilio Aguilar Aguilar, para comunicarme su extraordinaria satisfacción y alegría de haber comprobado la grandiosidad de esta fiesta.
Muchas son las experiencias personales y comunitarias que durante estos 75 años de celebración mariana se pueden recordar. Algunas de ellas, pueden tener un significado de más simbolismo, por la manera en que ocurrieron. Así, recuerdo que durante la procesión solemne del año 1963, cuando el anda mayor de la Virgen iba bajando la lomita del antiguo hospital de Santiago, una paloma blanca se posó sobre las flores que la adornaban, llamando la atención de todos los acompañantes; otro año, una de las iglesias protestantes que estaba en el recorrido de la procesión colocó una pancarta con una cita bíblica sobre la adoración a los ídolos, y una avioneta dejó caer volantes con leyendas contrarias a la veneración cristiana de la Virgen Marìa sin afectar en lo mínimo el fervor religioso de los participantes; en el año 2000, cuando iba finalizando la procesión y avanzaba por la Avenida Central, cayó un aguacero torrencial, como acostumbran ser los de esta región, pero la gente siguió caminando y cantando sin perder el fervor. Al momento de terminar el aguacero, un gran arco iris se formó sobre la Iglesia Catedral, para el asombro general, lo que provocó grandes aplausos.
La procesión de la solemnidad de la Virgen Milagrosa, es un acontecimiento religioso de la ciudad de Santiago que reúne miles de cristianos, que acompañando más de doscientas anditas, recorren las calles de la ciudad. Al terminar la procesión, las campanas de la Catedral resuenan recibiendo a cada andita, y cuando llega el anda mayor con la imagen de la Virgen, se saluda con pañuelitos blancos, y se culmina con la bendición con el Santísimo. Al cierre de la celebración se entona el tradicional “TU REINARÁS”, e inmediatamente después, el glorioso Himno Nacional de Panamá.
Como aspecto familiar de esta veneración extraordinaria a la Virgen de la Medalla Milagrosa, quiero mencionar que mi tia, Lucía María Pinilla Macias, hermana mayor de mi mamá, perteneció a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, como Sor Rosalía, y ella promovió en la familia el conocimiento y devoción a esta advocación mariana.
La Virgen de la Medalla Milagrosa tiene una presencia superlativa en el pueblo veragüense que se manifiesta cada año al celebrarse su festividad en el mes de noviembre. No es solamente manifestación externa y popular, de anditas preciosas, sino es una constante inspiración de Madre que guía a sus hijos en la mejora de las familias y la comunidad. La fiesta de la Medalla Milagrosa de Santiago se considera la celebración mariana más grande del país.