¿Cómo pueden compartir la historia un santo venerado universalmente y un salsero al que llamaban «El Brujo»?
Pues bien, un adagio popular dice que «los caminos son desconocidos, pero quien siembra en ellos consechará frutos». Esta frase enlaza el relato histórico de un milagro fundado en la creencia, la fe cristiana, la devoción y los milagros.
Cada 21 de octubre, la iglesia de San Felipe, ubicada en el distrito de Portobelo en la provincia de Colón, se convierte en el centro de atención de la fe cristiana de Panamá, y de distintos creyentes en el Cristo Negro, que llegan de todas partes del mundo, para pedir un milagro o para agradecer la gracia concedida.
Los numerosos testimonios de las bondades que el santo le ha prodigado a sus seguidores recorre los más diversos sitios. Quienes ofrecen una «manda» por un pedido especial a la milagrosa imagen, llegan cual peregrinos a su altar, a caminar la procesión.
La veneración al Cristo Negro también ha tocado a personas de una vida pública y artística, que ofrecieron su presencia por la gracia que les fue concedida. El caso que mayor arraigo tiene en nuestro país, enmarca la veneración del salsero puertorriqueño, Ismael Rivera, también conocido como «El Brujo de Borinquen», quien inmortalizó dos temas en homenaje al Cristo Negro de Portobelo: «El Nazareno» y «El Mesías».
¿Cómo sucedió la transformación de Rivera y su devoción por El Nazareno? Corría el año 1969. Rafael Cortijo, amigo de infancia y compadre de Ismael Rivera, propició un reencuentro musical, después de muchos años de separación.
Pero, Ismael tenía serios problemas, ya que comenzaba su cuerpo a manifestar los estragos de una vida de trabajo, fiesta, rumba, pachanga y drogas, en noches eternas sin dormir. Las cosas que el destino le tenía reservadas no estaban ni siquiera en sus más precisos cálculos.
En el año 1969, Cortizo y su combo recibieron una oferta para presentarse en la ciudad de Colón, coincidiendo con la celebración del Cristo Negro de Portobelo. El contacto en Panamá era Pedro Rodríguez, mejor conocido como «Sorolo», un amigo de muchos artistas puertorriqueños del ambiente salsero de aquella época.
«Después del toque, vamos a visitar al Nazareno», le dijo «Sorolo» a Ismael. Amanecieron tocando. Después de desayunar, viajaron 48 kilómetros por carretera hasta Portobelo. Y, una vez entró a la pequeña iglesia, la imagen del Cristo Negro caló en lo más profundo del sentimiento de Ismael Rivera.
Una vez contó: «Para mí, cuando ví al Nazareno, fue como una comprobación de que Dios existe». El relato en su propia voz se cuenta en el sitio web #Expedientesalsa, «Salserísimo» de Perú, del periodista Martín Gómez. Rivera continuó relatando: «Yo estaba muy atribulado, bien embalao. Andaba a millón, consumiendo de todo».
Aún más dramático, fue el relato de «Sorolo», su amigo: «Cuando él entró a la iglesia, cayó de rodillas y comenzó a llorar. Todos los veíamos. Y cuando él se levanta, su rostro, su semblante era otro, como si le hubiera entrado un espíritu».
De vuelta al hotel, recuerda «Sorolo»: «me dio unos paquetes que tenían heroína y me dijo, bótalos. Ya no los voy a necesitar nunca más». Los próximos cinco años verían a Ismael Rivera cargando la imagen del Cristo Negro, testimoniando su devoción al santo, quien lo sacó de sus adicciones.
«El Brujo de Borinquen» le dedicó dos canciones al Cristo Negro de Portobelo: «El Nazareno», autoría de Henry Williams, y «El Mesías», compuesta por Johnny Vásquez. Cada 21 de octubre, ambas piezas musicales suenan profusamente en las estaciones de radio del país, recordando a Ismael Rivera, el «Brujo de Borinquen», al que el Cristo Negro de Portobelo rescató de las garras de las drogas, y quien en agradecimiento por la gracia recibida, inmortalizó en canciones su testimonio de fe.
Fue así como El Nazareno de Portobelo adoptó al Brujo de Borinquen, sellando con salsa un acto de devoción y entrega para la eternidad.