Panamá enfrenta una encrucijada histórica que requiere cambios profundos para abandonar el camino de la decadencia política que hunde a la nación. El maquillaje político que algunos dirigentes llevan a cabo sólo contribuye a profundizar la crisis política e institucional. En la Asamblea Nacional, diputados que mostraron un silencio cómplice ante los desmanes, y que ignoraron repetidamente la voluntad popular manifestada en las calles, ahora sorpresivamente encuentran su «camino a Damasco», al igual que el apóstol San Pablo.
La diferencia entre cambios políticos reales y el maquillaje político es fundamental para comprender la auténtica transformación en una sociedad. Los cambios políticos representan alteraciones profundas y estructurales en el sistema de gobierno y las políticas públicas, buscando soluciones duraderas que beneficien a la población en general. Por otro lado, el maquillaje político se refiere a medidas superficiales y temporales diseñadas para dar una apariencia de cambio sin abordar las causas subyacentes de los problemas.
Los vientos de cambio que soplan y que exige la población no desaparecerán con los simples populismos y demagogias que acostumbran los políticos tradicionales. La voz del pueblo es la voz de Dios, repiten hasta el cansancio estos demagogos, pues la voz del pueblo fue contundente y exige cambios reales y efectivos, no simples maquillajes políticos. La Asamblea Nacional debe dejar de ser un escenario de simulación y convertirse en un verdadero espacio de transformación. La sociedad panameña merece y demanda un futuro basado en la transparencia, la justicia y el compromiso genuino con el bienestar de todos sus ciudadanos.