Dos cuentos de la India, más los suyos…

Primer cuento. Era una rana bondadosa que disfrutaba chapoteando y bañándose en el río, ya que era una gran nadadora. Un día, mientras descansaba en la orilla tomando el sol, se le acercó un escorpión y le dijo: “Ranita, ¿podrías pasarme al otro lado del río?”

La rana siempre había oído decir que los escorpiones son peligrosos porque tienden a clavar su aguijón, pero pensó: “Claro que, si me clava el aguijón, al hundirme yo, él también lo hará y ambos moriremos. No pensaré mal. Él me estará agradecido si le ayudo a cruzar el río”.

“¡Súbete encima de mí y te pasaré a la otra orilla!”, dijo solícita la rana. El escorpión se subió y ambos comenzaron a cruzar las aguas. La rana se sentía feliz de poder ayudar a otra criatura. Pero de pronto el escorpión le picó en la cabeza; ambos se hundieron y murieron.

Como dice el Maestro: “Está en la naturaleza del escorpión morder, pero tú eres un ser humano y no un escorpión; pueden mejorarte y abrir tu corazón. Al menos, si no logras ser un ser humano, sé una rana y no un escorpión”.

Este columnista reflexiona: Cuando nos enfrentamos a aquellos motivados por avaricia, miedo o envidia, lo sabio es seguir avanzando, aferrados a nuestro propósito superior. Los escorpiones huyen de la luz del sol y se esconden en sitios oscuros, tenebrosos, no en organizaciones transparentes y congruentes.

Segundo cuento. El zorro es conocido por su astucia; el camello por su capacidad para trabajos pesados. En una ocasión, una zorra vio a un zorro corriendo desesperado y le preguntó: “¿Qué sucede, amigo?

Sin aminorar la marcha, el zorro, preso de pánico, respondió: “Un grupo de hombres está acopiando camellos para llevar a cabo trabajos pesados”. “Pero no seas bobo -replicó la zorra- ¿acaso tienes tú algo que ver con los camellos, cuando ni siquiera tienes el menor parecido con ellos?

Y el zorro dijo: “Siempre puede surgir algún intrigante que asegure que soy un camello y a ver entonces quién me libra del trabajo insufrible”.

Como dice el Maestro: “La habilidad del ser humano para intrigar es un pozo sin fondo”.

Este columnista reflexiona: Nuestra dignidad y autorrespeto no dependen de los que, como abejas, pueden ofrecer miel con su boca y picar con su aguijón. Trascender a las mentes mezquinas y perseverar en el bien hacia los demás, también nutre nuestro propósito de vida.

A estos cuentos de la India, recopilados por Ramiro Calle, se suman otros de su empresa, donde usted es el personaje bueno, pero cuídese de escorpiones, chismosos e intrigantes…

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