El distrito de San Miguelito, en el corazón de su crisis de la recolección de basura, es un espejo de cómo la incompetencia y la demagogia en las esferas políticas pueden erosionar las bases de una comunidad. Este problema no es nuevo; lleva años deteriorando el entorno y la calidad de vida de sus habitantes, alcanzando hoy una situación crítica que insulta la dignidad de los ciudadanos y amenaza su bienestar.
La recolección de residuos, más que un servicio, es un derecho básico que asegura un ambiente saludable. Sin embargo, en San Miguelito, este servicio se ha visto comprometido por líderes cuya habilidad se reduce a lanzar al aire discursos vacíos y promesas que jamás cumplirán. La demagogia, caracterizada por un discurso que apela a las emociones más que a soluciones pragmáticas, ha sido una herramienta para aquellos que buscan votos en lugar de verdadero progreso.
La situación actual subraya una verdad ineludible: la necesidad de que los votantes reconsideren cómo y por quién votan. No se trata simplemente de elegir al candidato más carismático o al que ofrece más regalos temporales, sino de analizar profundamente la trayectoria y los valores de los que solicitan el voto. Los ciudadanos deben evaluar qué principios guían a los aspirantes al poder y cómo estos principios se han reflejado en sus acciones pasadas y propuestas para el futuro.
San Miguelito nos enseña que la elección de nuestros líderes debe ser un proceso cuidadoso y reflexivo. De este modo, podremos elegir funcionarios que no solo prometan, sino que actúen con integridad y competencia. La democracia se fortalece cuando se basa en la elección informada y consciente de sus votantes, y es responsabilidad de cada ciudadano contribuir a ese fortalecimiento mediante un voto razonado y prudente. Es esencial que la comunidad de San Miguelito, y todas las comunidades, exijan más de quienes les representan, para así superar las crisis y construir un futuro mejor.