Olas de calor y concreto

Las olas de calor son cada vez más frecuentes y terribles. Durante las últimas semanas, las temperaturas elevadas han impactado varios países europeos además del noreste y gran parte del sur de los Estados Unidos. África y Asia no se han visto libradas del fenómeno: el sur de Marruecos se encuentra bajo alerta roja de calor extremo, mientras que algunas regiones de China, incluida Beijing, sufre de temperaturas sofocantes. En el norte de Italia, la semana pasada murió un hombre de cuarenta años a causa de la ola de calor bautizada como Cerberus; y la próxima, que será llamada Caronte en conmemoración del barquero que lleva las almas al inframundo en la mitología griega, se prevé que alcance los 40 grados centígrados. Según el programa de la Unión Europea de observación y monitorización del clima, Copernicus, el pasado mes de junio fue el más caluroso jamás registrado. En las islas de Sicilia y Cerdeña, advierte la Agencia Espacial Europea, en termómetro puede registrar los 48 grados centígrados.

Ante este preocupante escenario, anticiparse a la crisis es obligatorio. Y un primer paso en firme para afrontar este particular aspecto del cambio climático -las olas de calor- es una real y efectiva arborización urbana, porque de nada sirve una estrategia únicamente en el papel. Dotar de los árboles pertinentes las áreas de servidumbre peatonal de calles y avenidas citadinas ayudaría no sólo a mejorar la estética, sino que también refrescaría notoriamente el espacio público. Pero, para ello, será necesario que los municipios recuperen esos espacios verdes que, en las áreas residenciales, terminan cubiertos de concreto por voluntad de los habitantes. Se ha hecho común que los ciudadanos decidan rellenar de cemento el área verde correspondiente a la acera enfrente de sus propiedades. Es hora que cada municipio ejecute las acciones necesarias para librar de concreto esos espacios y dedicarlos a la siembra de los árboles adecuados, tanto para elevar la estética como para afrontar las cada vez más elevadas temperaturas a las que se exponen los transeúntes. Un futuro más fresco así lo requiere.

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