No pretendía hacer una declaración de este tipo anticipadamente. El problema es ya mi pensamiento desbordándose de la mente y la única manera de extirparlo es a través de la escritura. Proyectar el pensamiento y dejarlo plasmado para que no lo sigan jodiendo a uno con mentiras y promesas. Se promete para el voto y luego no se cumple en este rejuego político, y el resultado a producir no será más que un cambio para no cambiar al mejor estilo descrito por Giuseppe Lampedusa en su obra El Gatopardo. Analicemos a los personajes.
El independiente. Lleva un discurso al estilo Varela, hablando de unos valores morales sin saber si existen o en algún momento existieron en la vida política nacional. ¿Estará el país preparado para un gobierno al estilo Varela por cinco años más? Los problemas nacionales no se resuelven con ir a la Iglesia a comulgar ni con plantear lo políticamente correcto y morir en el intento.
El oficialismo en sus dos variantes: a) El facsímil político y el retorno del brujo. ¿Queremos otros cinco años iguales a los actuales bajo el pretexto que el Covid impidió al oficialismo cumplir con sus tareas prometidas? O “aquel” pregonando querer rescatar un sentimiento popular desvanecido en el oficialismo. Entre la plasticidad del candidato oficialista y perder el tiempo con quien a la andanza del Árbol de Higos de Sylvia Platt pasaría los cinco años de gobierno por su incapacidad de tomar todas las decisiones necesarias, me toca irme a tablas.
Y queda el oligarca que le cuesta sonreír y el populista arrinconado. Ambos solo ven en el poder los negocios y si son ajenos los quiere. Dos caras de una misma moneda. Uno de una supuesta alcurnia y otro nuevo rico detestado por la endogamia tradicional. Entre esos dos recogen más del 50 por ciento de un electorado convencido que el poder es para estar en la papa. Puedo equivocarme; y camino a Damasco, todos o alguno de ellos con mayores probabilidades de triunfo tal vez encuentren a Atenea iluminándole la mente y el corazón, además de cambiarle el chip de memoria flash que los obligue más allá de sus instintos y deseos naturales a servir al país. Distante y lejano veo esa posibilidad. Al final todos llegan amarrados por los eternos financistas de campaña, asustados del disgusto de Tío Sam y buscando no desequilibrar a quienes, por intereses personales, no permiten la libre competencia, la libre empresa, la educación y salud para todos, la innovación y el espíritu empresarial ni el bienestar general de la población. Por ello déjenme en paz y sigan su camino.