¿Por qué tanto odio hacia tu país?

Estas renovando la pintura de tu casa, raspando la pintura vieja, dejando el piso lleno de cascarillas. Observas el trabajo adelantado y lanzas la colilla de cigarrillo que acabas de terminar, rebotando junto a varias cascarillas de pintura. “Es hora de almorzar”, sales a comprar la comida para tí y los pintores que te están ayudando, las cuales vienen en envases de icopor.

Esperas la partida de la carrera, cuanta emoción por la largada, los organizadores brindan todo tipo de instrucciones, excepto que mantengan en sus manos sus bolsitas de agua, después de recibirlas en la ruta. ¡Partida! Salen todos con gran entusiasmo, tú vas a un trote bastante lento y conservador. A los dos kilómetros el primer puesto de agua, una persona amablemente alarga su brazo y te entrega una bolsita con agua, la tomas y le das las gracias. Desgarras la esquina con los dientes, escupes el pedacito de plástico y tomas el primer sorbo, trotas unos metros y el próximo sorbo. Te has tomado la mitad de la bolsita. Dos pasos más, lanzas el envase en la calle y continúas feliz tu recorrido. Tres metros más tarde en la acera, pasas sin la menor atención un bote público de basura.

“Qué bueno el Metro”, reflexionas. “Muy diferente a los tiempos de los diablos rojos”. Abres tu cartera, tomas una pastilla, la desenvuelves y la llevas a tu boca. El movimiento del vagón te hace perder el equilibrio, resbalando de tus manos el envoltorio. El espacio es reducido. “¿Para qué agacharme?, es un simple papelito, que se quede ahí, no le hace daño a nadie”.

“Que rica paleta”, piensas mientras saboreas el último pedazo. Tomas el palito de madera, lo colocas dentro del cartuchito, buscas un cesto de basura y a dos metros encuentras uno rebosante de basura, no le cabe más, pero colocas el desecho en la parte superior. A los dos segundos se siente una deliciosa brisa marina que empuja el envase al piso, adviertes la situación, más continuas tu camino junto a tu bella familia, “Yo cumplí con ponerlo en la basura. Se cayó por culpe del alcalde, el presidente o el personal de aseo que no limpia a tiempo”.

Es hora de tomar conciencia que nuestras actitudes reflejan el comportamiento de la comunidad. Así como tomamos decisiones inconscientes hacia el ambiente, lo hacemos para elegir a quienes nos gobiernan.

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