Ernesto Pérez Balladares y el país que construyó (Primera parte)

Ernesto Pérez Balladares

El ex presidente Ernesto Pérez Balladares publicó un libro parte memoria, parte autobiografía y parte historia. Un mamotreto de más de ochocientas páginas que bien pudieron ser resumidas en menos de 350. Es el número indicado de la tolerancia general al leer un libro. En mi caso, digerí cada una de esas ochocientos y más páginas y me permito hacer unas reflexiones. Quizás me tome más de una bitácora no por el tamaño del mamotreto sino para hacer algunas aclaraciones, permitirme tocar algunos temas no incluidos y dar mis apreciaciones personales.

Desde el punto de vista del interés del lector es importante resaltar la manía nacional, en la mayoría de las biografías o autobiografías, de explayarse en el pedigrí del personaje. Eso de hacer ver de dónde proviene, cuáles son sus relaciones familiares y cómo están relacionados con las familias tradicionales del intramuros panameño o del clan de los caciques provinciales, es una constante. Algo posiblemente importante para el personaje en cuestión, pero de poca relevancia al lector interesado en descubrir episodios de la vida nacional y sus contribuciones para el bienestar del país. A nadie debe importarle el pedigrí sino los actos.

El otro elemento a analizar es la innecesaria referencia a episodios nacionales donde el autor no fue ni parte, ni protagonista. Para eso están los libros de historia. Esa labor dejémoselas a los partícipes en esos eventos y a los historiadores. Igualmente resulta innecesaria hacer un capítulo donde casi le escribe las memorias a su distinguida esposa, Dora Boyd de Pérez Balladares. Ella debería hacer lo propio porque sus méritos son plenamente reconocidos y le devolvió al cargo del despacho de la primera dama funcionalidad y relevancia. Me tocó ver en la sede presidencial, durante el gobierno de Martin Torrijos, la cantidad de gente humilde tratando de lograr resolver sus pequeños problemas a través de la oficina de la Primera Dama. Una cirugía, una beca para un hijo, un auxilio económico para una necesidad primaria. El Despacho, además de tener sus propios programas sociales se convirtió en un punto de atención de los sectores humildes de este país. Lo que construyó Dora Boyd de Pérez Balladares durante su período como primera dama permanece vigente a la fecha.

Con estas advertencias podría haber rebajado el número de páginas a 400.

De allí lo más relevante tiene dos etapas. Desde su infancia hasta 1989 y luego la segunda etapa donde narra lo acaecido desde la invasión hasta el término de su periodo presidencial.

Pérez Balladares tiene lo suyo y resalta algunos aspectos de su personalidad, parte de su super ego en función. Entre ellos una frase lapidaria donde su padre le pide recoger sus juguetes y este le contesta: “Yo nací para mandar y no para obedecer”. Y la otra donde manifiesta satisfacción por el sobrenombre como se le conoce: “Toro”, por la simbología de una animal grande y forajido. Lo incongruente resulta su total sumisión a quien consideró su líder: Omar Torrijos Herrera. Quizás la única persona a la que consideró superior a él y con la cual pudo ser mandadero, segundón, chofer, legislador, ministro y asesor. Ya a la muerte de Torrijos entra una etapa de pérdida de protagonismo. Ni a Paredes ni a Noriega le generaba simpatía y su declive político fue marcado. A todo esto, su temor a Noriega lo llevaba a flor de piel, muy distante a todos aquellos que si lo confrontaron en los peores años de la crisis. El Toro prefirió el exilio en cada ocasión. Decía el conocido político Mario Rognoni (qepd), en una de esas reuniones a carcajadas, que a los políticos del PRD los liberaron los gringos con la invasión. Y hay algo de cierto en esa aseveración, pues sin ese control del partido por parte de la cúpula militar, el PRD pudo desenvolverse como un verdadero partido político en un entorno democrático desde 1990 y donde no se le negó participación. La nueva institucionalidad originada luego de 1990 no le cerró las puertas a ningún partido y les ofertó un espacio político a todas las fuerzas sociales independientemente de su pasado. Esa contribución de la nueva realidad política, de la cual no fue parte el PRD en su inicio, le permitió restructurarse y gobernar en tres períodos presidenciales.

Hay una canción de La Lupe que dice: “cada cual, en este mundo, cuenta el cuento a su manera”. Aquí el cuento tiene una marcada subjetividad, pero es entendible. Las autobiografías son así. Los personajes sobredimensionan sus actos, ignoran los de sus adversarios y esconden aquellos que los exponen. Ya ven: hay más por comentar. Continuaré en la próxima bitácora.

Comparte esta Noticia
1 Review