Si existía alguna duda aún, los eventos de las últimas semanas han confirmado el extremo grado de descomposición social que infesta la vida republicana. Las desvergonzadas élites incrustadas en el poder político han pervertido toda la trama institucional del país hasta convertirla en una lamentable bufonada al servicio de sus más rastreros intereses.
Arropados bajo el manto del más perverso oportunismo y con el silencio cómplice de quien dirige la institución, han prostituido la noble misión del IFARHU sometiéndolo a un encarnizado saqueo por intermedio de la figura de las “ayudas económicas”. Privilegiando la membresía, las conexiones partidarias y los parentescos, niegan los recursos necesarios a jóvenes con las calificaciones y talentos más sobresalientes mientras los entregan a manos llenas a quienes cuentan con las cartas políticas y los parientes apropiados sin que pesen en esa piñata los requisitos académicos.
Si en la próxima administración de gobierno la ética y el respeto a la ley juegan el papel mínimo que espera la ciudadanía, el funcionario de marras, protagonista de este despojo ejecutado en contra de grandes sectores juveniles del país, tiene muchas explicaciones que dar ante los tribunales correspondientes y ante la opinión pública. El sujeto en cuestión es la prueba más patética de que “ni la vejez es sinónimo de sabiduría, ni la juventud lo es de virtud”.