En lo que a una polémica rectora universitaria le aprobaban sin chistar un presupuesto que será dedicado mayoritariamente al pago de prebendas y salarios excesivos; desde las entrañas de la Asamblea Nacional sobraban las amenazas en caso de no obtener los 150 millones solicitados para el 2023. Millones que, como es costumbre, también serán dedicados al pago de salarios, privilegios, excentricidades y demás lujos al que están habituados los “honorables padres de la Patria”.
Pero, mientras las arcas dan para sufragar esta improductiva “feria de vanidades”, por otro lado una institución crucial como la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt)- a la que ya se le recortó casi la mitad de lo solicitado- tiene que pasar el sombrero mendigando por un presupuesto mínimo adicional de 8.6 millones de dólares para sostener programas cuyos beneficios científicos resultan incomprensibles para las estrechas entendederas políticas que le han hincado el diente al país para su particular provecho. La desmesurada ceguera o, más acertadamente, la criminal indiferencia de quienes gobiernan niega los recursos necesarios para la innovación científica y tecnológica, dos requisitos fundamentales en el competitivo horizonte mundial.
En un escenario perverso y absurdo como el que caracteriza al país, hay dinero a manos llenas para el derroche y el parasitismo político de todas las índoles, pero escasea para la ciencia generadora de conocimientos y, por ende, de prosperidad y de desarrollo. He aquí el paradigma que nos mantiene en el tercermundismo.