Los medicamentos continúan a precios prohibitivos para una gran mayoría; los alimentos no le van a la zaga en costo; mientras que el período del combustible subsidiado está llegando a su fin y la corrupción ha tomado fuerza y parece vencer en el duelo sostenido durante las últimas semanas contra la paciencia ciudadana.
Nada ha cambiado luego de las protestas que encendieron al país durante el pasado mes de julio y, como es costumbre, la hemorragia de promesas no pasó de eso: de simples promesas. Si hay algún éxito que atribuirle al “diálogo” de la Mesa Única es que logró apagar la insurrección nacional que por un corto espacio de tiempo alentó las esperanzas de extirpar todo cuanto estaba mal y, sobre cualquier otra cosa, la de construir el país soñado: el país fundado sobre una institucionalidad vigorosa, sostenido sobre leyes efectivas y donde cada uno de los ciudadanos encontrara las condiciones para desarrollarse plenamente.
Pero, la que era la oportunidad para establecer un nuevo y mejor rumbo, terminó convertida en el instrumento de los estrechos intereses de un grupo; porque, seamos claros, los verdaderos intereses nacionales jamás estuvieron representados en ese monólogo aprovechado por unos para ganar tiempo y por los otros para airear dogmatismos trasnochados.
Aún se está a tiempo de corregir errores y construir un verdadero debate nacional, donde el bienestar general sea el valor supremo. Para ello se requiere de abrir las puertas a todos los sectores ausentes hasta ahora y discutir, en igualdad de condiciones, los grandes problemas que reclaman soluciones urgentes. ¡El momento es ahora!