El barco hundido.

Hoy vence el plazo de 120 días para reunir las firmas de apoyo necesarias para la revocatoria de mandato en contra del alcalde capitalino. Proceso que, sin duda alguna, fracasó estruendosamente porque, según señala el Tribunal electoral, se recogieron solamente 17 mil 747 firmas de las 198 mil 920 que se requerían.

La más notoria lección que evidencia dicho fracaso es la ausencia de un liderazgo ciudadano capaz de llevar a buen término una iniciativa que establecería definitivamente que los funcionarios han de responder a la voluntad de sus electores: que, si no son capaces de llenar las expectativas y de trabajar para el bienestar común, la mayoría ciudadana puede efectivamente disponer de sus cargos.

La otra gran lección que no puede pasar desapercibida es que el sistema trabaja a favor del funcionario y en contra de la voluntad ciudadana. Los mecanismos y requisitos para llevar a cabo el proceso, además del exagerado porcentaje de firmas requeridas, son la receta perfecta para desalentar nuevas iniciativas en el futuro.

Las consecuencias saltan a la vista: en su inmensa arrogancia, el funcionario de marras tomará el fracaso del proceso como un espaldarazo ciudadano a su gestión. Y durante los dos años que le quedan en el cargo, seguirá saltando entre el absurdo y la carencia de prioridades. De espaldas al interés ciudadano, persistirá en los descabellados proyectos que han caracterizado su administración o, peor aún, en nuevas ocurrencias tan irrazonables y surrealistas como las anteriores.

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