Desastres básicos.

Mientras los nombramientos de los funcionarios sean impulsados por motivaciones ajenas al mérito y la eficiencia, lo que ocurre en la Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario (AAUD) se replicará hasta el infinito no sólo ahí: también en el resto de las instancias gubernamentales.

Durante las últimas semanas el escenario ha sido el mismo a lo largo de los 26 corregimientos del área capitalina: montañas de basura desperdigadas por las calles y aceras propiciando las condiciones que se precisan para alimentar una peligrosa crisis de salud pública que vendría a agravar la difícil situación sanitaria que ya se enfrenta en estos días.

Y como es propio en las administraciones donde pesan más las conexiones que los méritos y donde no se exigen responsabilidades a quienes ostentan los cargos, el funcionario responsable ha presentado todas las excusas que cabe imaginar sin brindar, siquiera, una posible solución que justifique su permanencia en el puesto. Permitir que la situación escalara a tales niveles de gravedad y urgencia, hace evidente la orfandad creativa que campea en los despachos superiores de la Autoridad de Aseo y pone de manifiesto, sin ningún tipo de dudas, que es momento de realizar cambios profundos en la institución, comenzando por reemplazar a quienes la dirigen. En la historia de dicha institución, la incompetencia, los escándalos y las sospechas han sido copiosas, al punto de poner la credibilidad a ras de suelo. La crisis actual resulta oportuna para un cambio de paradigmas de gestión, y de paso instaurar nuevas figuras que abracen sinceramente la intención de llevar a cabo su trabajo, con la responsabilidad y la eficiencia que la ciudadanía espera de un servicio tan sensitivo y básico como lo es la recolección y disposición de las mil 800 toneladas de basura que genera a diario esta ciudad.

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