“Proporcionamos evidencia de que en las próximas décadas el mundo no sólo será más cálido, sino también más enfermo”, señala el biólogo Gregory Albery, de la Universidad de Georgetown en Washington. En un estudio recientemente publicado, y del que es coautor, destaca que alrededor de 10 mil virus capaces de saltar a los humanos circula silenciosamente entre una gran variedad de mamíferos salvajes. En este alarmante escenario, el cambio climático juega un papel protagónico, junto a la deforestación, la agricultura intensiva, el comercio incontrolado de vida silvestre, el vertiginoso aumento de la población humana y la interconectividad global.
Según apunta Andrew Dobson, un ecologista de la Universidad de Princeton y experto investigador de enfermedades de la vida silvestre, “las epidemias están ocurriendo con más frecuencia, son cada vez más grandes y se propagan mucho más”. Y las mismas pueden aumentar a dimensiones colosales tomando en cuenta que posiblemente 1.6 millones de virus desconocidos circulan actualmente en el planeta, a juicio del zoólogo Peter Daszak, líder de Alianza Ecosanitaria, una organización global sin fines de lucro.
Durante las últimas décadas sobraron las voces que advertían al mundo de la necesidad de tomar medidas ante una potencial pandemia; sin embargo, nadie prestó oídos a las alarmas y hace dos años irrumpió el Covid-19, provocando desde entonces 523 millones de casos en el globo y 6.27 millones de muertes según el monitoreo independiente de la Universidad Johns Hopkins. Hasta hace poco la destrucción causada a la economía mundial oscilaba entre los 15 y los 50 billones de dólares.
Sin duda alguna, entre las grandes lecciones que nos dejan los últimos dos años destaca como prioritaria la obligación de anticipar la próxima pandemia. Para ello es necesario convertir la salud en la columna vertebral de las naciones y establecer estrategias que apunten a mayor cobertura, más eficiencia y el imperativo ético de no olvidar que los pacientes son seres humanos con necesidades que requieren atención inmediata. Eficiencia y competencia por parte del personal administrativo y médico no estaría de más, además de instaurar el paradigma de la prevención, para que no sufrir sorpresas en el futuro cercano.
“Creo que este trabajo deja muy en claro que lo más sabio a la hora de prevenir pandemias es invertir dinero para asegurarse de que nunca comiencen”, aconseja muy oportunamente Aaron Bernstein, pediatra del Hospital Infantil de Boston e investigador del Centro para el Clima, la Salud y el Medio Ambiente de la Universidad de Harvard.