El acoso desbordado

Ojalá te toque vivir tiempos interesantes, reza una antigua maldición china. Y muy a pesar de todos, correspondió al mundo entero sufrirla bajo el impulso de una pandemia y el despliegue de las inesperadas consecuencias que aún impulsa.

Con aproximadamente 5.5 millones de muertes y unos 327 millones de contagios ocasionados por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 según el recuento de la Universidad Johns Hopkins, además de la formidable crisis sanitaria con sistemas de salud llevados al límite de sus capacidades, sin olvidar los índices inauditos de desempleo, el quiebre de millones de empresas  y la consecuente destrucción de las economías nacionales, no se puede negar bajo ninguna circunstancia que los tiempos son, además de agitados, extremadamente interesantes; tal como apunta la imprecación oriental.

Una de las consecuencias más preocupantes de la presente agitación del escenario global es el acoso al que está sometida la libertad humana. Desde el inicio de la crisis sanitaria fueron muchos los gobiernos que aprovecharon la situación para establecer medidas que permitieran un mayor control sobre la movilidad ciudadana, buscando con ello ahogar cualquier movimiento por medio del cual se expresara el descontento que ya se venía fraguando antes de la aparición del virus. Las tendencias autoritarias escondidas en el subsuelo de las clases políticas, abonadas por el miedo y la urgencia imperantes, afloraron abruptamente y como una cabeza de agua lo desbordaron todo. Hoy ese desborde alcanza, peligrosamente, a la ciudadanía; la que, dividida a favor o en contra de la vacunación, mantiene no ya un debate sino un enfrentamiento constante y cada vez más extremo. El respeto y la tolerancia fueron erradicadas y reemplazadas por el hacha del radicalismo y la violencia verbal. El argumento perdió importancia ante el elevado volumen que puedan alcanzar los gritos de quienes pretenden imponer los parámetros propios en las vidas del resto de sus vecinos.

“Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La humanidad sale ganando más consintiendo que cada cual viva a su manera antes que obligándose a vivir a la manera de los demás”, señalaba en su momento John Stuart Mill. Deberíamos tener presente esta advertencia y no echar en saco roto uno de los valores que ha moldeado profundamente la historia humana: la libertad.

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