El guardia de seguridad keniano Ambrose Kilonzo tardó unos segundos en conseguir un préstamo a través de una aplicación móvil pero cuando no pudo devolver el dinero, los que se lo habían prestado contactaron a su jefe y pusieron su trabajo en peligro.
Una situación que no es extraña en Kenia, donde el auge de los préstamos digitales ha hecho que miles de personas se endeuden con altos tipos de interés.
Estas aplicaciones ofrecen dinero rápido y discreto a las personas que no tienen cuenta bancaria. Pero el impago se convierte a menudo en una humillación pública: los cobradores llaman a los amigos, la familia e incluso los jefes para obligarle a pagar.
Ambrose Kilonzo, que gana 23.000 chelines kenianos al mes (poco más de $200), no esperaba ver amenazado su empleo por un préstamo de menos de $30.
«Era como un pequeño extra», dijo a la AFP el hombre de 38 años. «Por la forma como lo presentaban, era muy fácil conseguir dinero. No era algo importante».
Los préstamos digitales han tenido un gran éxito en este país del este de África, donde solo el 41% de la población tiene acceso a una cuenta bancaria, según datos de 2019 del Banco Central de Kenia y de la entidad financiera sin ánimo de lucro FSD Kenia,
El país solo tenía cinco prestamistas digitales en 2015 pero hoy cuenta con más de 100, entre ellos Tala, Okash y Opesa, cuyos préstamos ascienden a 60 millones de dólares al mes.
Datos privados
Estas aplicaciones están siendo objeto de un escrutinio creciente por prácticas abusivas, como los tipos de interés de hasta el 400%.
También se sabe que utilizan los datos telefónicos de sus prestatarios para humillar a los que no pagan.
Cuando Patricia Kamene se retrasó en sus pagos, sus amigos recibieron un aluvión de llamadas de un cobrador.
Desesperada por conseguir dinero tras perder su trabajo en un supermercado durante la pandemia, esta madre soltera de 24 años no había leído la letra pequeña del contrato.
Como la mayoría de los usuarios, no sabía que había dado su consentimiento para que accedieran a su agenda telefónica, registros de llamadas y mensajes o a su lista de amigos de Facebook.
«Cuando tienes hambre, cuando no tienes nada y estas aplicaciones te dan dinero, lo tomas sin leer las condiciones», dijo a la AFP.
Un hombre que no podía pagar sus deudas se suicidó en noviembre de 2019, después de que un prestamista llamara a su madre, su abuela y su tía. Su esposa dijo que no podía soportar la humillación.
El director de la federación de prestamistas digitales de Kenia (DLAK), Kevin Mutiso, afirma que estas prácticas se limitan a unos pocos «prestamistas deshonestos».
«Nuestro sector ha crecido muy rápido», dijo a la AFP, señalando que la explosión de la demanda había obligado a muchos de estos prestamistas a subcontratar el cobro de deudas a terceros, que a veces se comportan de forma irresponsable.
El gobierno aprobó el martes una nueva ley que permite al banco central supervisar a todos los prestamistas, dejando abierta la posibilidad de poner un tope a los tipos de interés ofrecidos por las aplicaciones.
En todo caso para Ambrose Kilonzo, el precio del acoso y la humillación no merece la pena. «He vuelto a los bancos que tenía antes y estoy intentando vivir dentro de mis posibilidades», afirma.