Durante los primeros nueve meses de este año, 95 mil migrantes han arriesgado sus vidas atravesando el Tapón del Darién en un intento por llegar a los Estados Unidos; ¡más del triple del récord anual registrado en el 2016! Seres humanos desesperados intentando huir de las más duras condiciones de sus naciones de origen ubicadas desde el África hasta el continente asiático. Cerca de la mitad de esos migrantes, sin embargo, son originarios de Haití, un país marcado por la inestabilidad política, la pobreza, la violencia pandillera y los desastres naturales.
En territorio colombiano, son decenas de miles que esperan su turno para aventurarse a través de más de 108 kilómetros de selva tupida y sin carreteras, donde abundan los ríos caudalosos, las serpientes venenosas, los terrenos y montañas escarpadas y donde no faltan los grupos criminales y los traficantes de personas para los que no son más que la oportunidad de hacer dinero sin importar vidas ni sufrimientos.
Cada día cruzan la frontera colombo panameña unos mil migrantes- a veces más- y cada una de esas personas desembolsa unos 250 dólares a los contrabandistas que se ofrecen a guiarles en el camino, además de lo que pagan por los servicios extras: 10 dólares más por cargar la mochila, 30 adicionales por cargar a un niño y el costo de los kits para el viaje que incluye botas, cuchillo y hasta un portabebé.
Porque, por si no bastara con todo lo anotado, 1 de cada 5 migrantes que se aventuran a cruzar la frontera entre Colombia y Panamá son niños: la mitad de ellos menores de cinco años. En lo que va de 2021, cerca de 19 mil han atravesado la peligrosa selva y los cadáveres de cinco de estos pequeños fueron encontrados en ella; además, superan los 150 aquellos que perdieron a sus progenitores en la travesía.
Lo que ocurre en esos parajes selváticos no sólo incumbe a Panamá y Colombia: sino a todo el istmo centroamericano – por donde pasan- y a México y los Estados Unidos, destinos finales de este peligroso periplo. El continente no puede apartar la vista de este drama y simplemente pretender- una vez más- dejar abandonados a su propia suerte y al expolio del que son víctimas, a estas decenas de miles de seres humanos cuya única falta es intentar escapar de la inseguridad y la miseria de sus naciones de origen y soñar con una mejor vida para sí mismos y para sus pequeños hijos.