En el aeropuerto de Kabul, los últimos vestigios de los 20 años de presencia estadounidense

«No es un buen día para morir» se titula el libro que reposa sobre la cama de un cuartel militar en el aeropuerto de Kabul, abandonado por los estadounidenses.

Encima de la mesa también hay dos botellas de agua, dos casquillos vacíos y una granada de humo.

En una habitación vecina, donde se percibe el olor a comida podrida, un combatiente talibán armado con un rifle de asalto M16 toma imágenes con su teléfono móvil, como recuerdo.

Un mes después de la reconquista de la capital afgana por parte del movimiento islamista, este lugar muestra los últimos vestigios de veinte años de presencia de estadounidense, marcados por una salida precipitada.

Todavía quedan botiquines, chalecos, zapatos, colchones, papel higiénico e incluso documentos estadounidenses, objetos que todavía no han sido recuperados por los nuevos dueños de Afganistán.

Testigo de la enemistad entre las fuerzas armadas estadounidenses y los talibanes, feroces enemigos durante las dos últimas décadas, un soldado escribió en una pared: “Vete a la mierda talibán, que sepas que apestas”, junto a la fotografía de una mujer con un vestido ajustado.

El combatiente talibán Abdulrahaman pasa por delante de esta inscripción sin verla, demasiado ocupado corriendo de una habitación a otra y rebuscando.

“Boom, boom, boom”

Veinte años después de ser expulsados del poder, los talibanes retomaron Kabul el 15 de agosto tras una ofensiva militar relámpago que comenzó en mayo, en paralelo con la retirada de las tropas extranjeras.

En su camino, el movimiento islamista casi no encontró resistencia y tomó las grandes ciudades una tras otra.

En Kabul cundió el pánico. Ashraf Ghani, entonces presidente, huyó a Abu Dabi y los estadounidenses se vieron obligados a acelerar su marcha del país, dos semanas antes de la fecha límite.

“La toma de control de los talibanes era inimaginable después de todos estos años, pero la salida de los estadounidenses fue realmente impensable”.

Así lo explica un guardia de seguridad afgano, testigo de la retirada desde la parte civil del aeropuerto.

“Cerraron las puertas del aeropuerto cuando los talibanes entraron en Kabul”, cuenta a la AFP bajo la condición de anonimato.

“Los soldados estaban acostados y apuntaban sus armas en todas direcciones. Era la primera vez que veía a soldados estadounidenses así,” prosigue.

Las fuerzas de seguridad afganas se derrumbaron a pesar de los miles de millones de dólares invertidos en los últimos años, sobre todo por Washington.

En uno de los emplazamientos militares afganos en el aeropuerto de Kabul, decenas de aviones y vehículos, intactos o dañados, están custodiados por las fuerzas del nuevo régimen en un puesto de control hecho de paraguas y sillas de metal.

Los uniformes de las fuerzas gubernamentales derrocadas yacen en el suelo junto a helicópteros acribillados a balazos.

Un combatiente talibán se para frente a las ventanas cerradas de un pequeño avión sin puertas. “Boom, boom, boom”, dice en voz alta, sonriendo.

“Trauma”

Ante el Congreso, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, defendió el lunes la caótica retirada de Afganistán y afirmó que Washington se había preparado para “un gran número de escenarios.”

En total, 124.000 personas fueron evacuadas a través del gigantesco puente aéreo establecido entre otros por Washington para sacar de manera urgente a ciudadanos extranjeros y a algunos afganos que aseguran estar amenazados con represalias por parte de los talibanes.

Según la administración norteamericana, solo 100 ciudadanos estadounidenses permanecen en Afganistán y todos ellos fueron contactados varias veces por diplomáticos de su país.

Sin embargo, el equipamiento y los efectos personales que dejaron en Kabul muestran la presión que soportó el ejército para abandonar el aeropuerto antes de la fecha límite.

Dos semanas después de su salida, los botiquines de primeros auxilios todavía están colgados en sacos de arena en el hospital improvisado del campamento estadounidense.

En uno de ellos está escrita la palabra “trauma”.

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