La tensión se impuso el jueves en las calles de Haití un día después del asesinato del presidente Jovenel Moise, mientras buscan a los culpables y se desata una controversia sobre la transición del poder.
Tiendas, bancos, puestos de gasolina y pequeños comercios cerraron sus puertas.
De momento no se filtró ninguna información sobre la identidad o los móviles de los asesinos de Moise, quien fue acribillado a balazos en su casa por un comando armado en la madrugada del miércoles.
La policía dijo la noche del miércoles haber matado a cuatro «mercenarios» que supuestamente integraban el comando.
El aeropuerto de Puerto Príncipe fue cerrado al igual que la frontera con República Dominicana.
Un duelo nacional de dos semanas fue decretado
Todos están en alerta y tratan de entender cómo pudo ocurrir el magnicidio.
«¿Dónde estaban los policías bien equipados que vigilan al presidente día y noche? ¿Por qué no reaccionaron?», se preguntó Julia, una abogada de 28 años.
Ante una comisaría de la policía en Petionville, en las afueras de Puerto Príncipe, los vecinos aclamaron a los agentes por haber detenido sospechosos y pidieron linchar a los presuntos agresores.
El comando estaba formado por asesinos a sueldo «profesionales» que se hicieron pasar por funcionarios de la agencia antidrogas estadounidense, según el embajador de Haití en Estados Unidos.
La comunidad internacional lanzó inmediatamente su voz de alarma. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo que fue un acto «atroz» y el Consejo de Seguridad de la ONU reclamó que los asesinos «sean sometidos inmediatamente a la justicia». El Consejo tiene planeado reunirse este jueves a puerta cerrada para considerar la crisis haitiana.
Vacío político
El crimen desestabiliza aún más al país más pobre de América que ya estaba ganado en una crisis política y de seguridad y plagado de bandas que secuestran impunemente a cambio de dinero.
A las interrogantes sobre la búsqueda de los autores del ataque se suman las referentes al futuro del país; empezando por su gobernanza.
Dos hombres pretenden actualmente conducir el país de 11 millones de habitantes; de los cuales la mitad tiene menos de 20 años.
Una de los últimas decisiones políticas de Moise, de 53 años, fue designar el lunes a Ariel Henry como nuevo primer ministro. Pero Henry aún no había asumido el cargo.
Y horas después del asesinato, fue el primer ministro interino Claude Joseph quien impuso el estado de sitio y reforzó las potestades del Poder Ejecutivo. Se supone que esto último debería durar 15 días.
«¿Hay varios primeros ministros nombrados en el país?», se preguntó Henry y aseguró que Joseph era solo ministro de Relaciones Exteriores.
La oposición también acusa a Joseph de acaparar el poder.
El defensor de los derechos humanos Gédeon Jean calificó ante la AFP de «sospechoso» el afán del primer ministro interino por declarar el estado de sitio y esa suspicacia lo lleva a «prever un intento de golpe de Estado».
Ni Joseph ni Henry tienen plena legitimidad porque, incluso mucho antes del asesinato de Moise, Haití ya estaba inmerso en vaguedades jurídicas.
Moise no convocó a elecciones desde que llegó al poder en 2017 y el país carece de Parlamento desde enero de 2020.
Acusado de inacción ante la crisis y enfrentado a buena parte de la sociedad civil, Moise gobernaba por decreto.
Desde comienzos de junio, los enfrentamientos entre bandas rivales en el oeste del país paralizaron el tránsito entre la mitad sur del país y la capital. Y, en abril, el secuestro de varios religiosos católicos, incluidos dos franceses, generó conmoción más allá de las fronteras haitianas.