Los flujos de inversiones extranjeras hacia América Latina y el Caribe se frenaron el año pasado hasta un 45%, debido a los efectos de la pandemia de la Covid-19.
El estudio anual de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), que actualiza datos de principios de año, indica que América Latina recibió $88.000 millones en inversiones extranjeras directas en 2020, muy por debajo de los $160.000 millones de 2019.
“Las economías latinoamericanas enfrentaron un colapso en la demanda de exportaciones, la caída de los precios de las materias primas y la desaparición del turismo, lo que provocó una de las peores contracciones de la actividad económica en todo el mundo”, dijo el director de la División de Inversiones y Empresas de la Unctad, James Zhan.
Las entradas de inversiones impacto con mayor fuerza a las industrias de hidrocarburos, manufactura y viajes y ocio, mientras, que la inversión extranjera orientada hacia las exportaciones de minerales y metales se vieron sustentadas en parte por una recuperación de los términos de intercambio de las materias primas durante la segunda mitad del año, señala el reporte.
Panamá fue uno de los países con mayor impacto en los flujos de inversión extranjera. La caída fue de 86%, a menos de mil millones de dólares.
En el caso de Brasil y Perú alcanzaron su nivel más bajo en dos décadas.
En Brasil, las entradas cayeron un 62% a $25 mil millones, afectadas por la desaparición de las inversiones en extracción de petróleo y gas, suministro de energía y servicios financieros.
En Perú, los flujos se derrumbaron de $8.000 millones en 2019 a 982 millones en 2020, influenciados por una de las peores recesiones económicas del mundo, combinada con la inestabilidad política en dicho país.
En el resto de América del Sur, los flujos se vieron arrastrados por la caída del precio del petróleo en la primera parte del año.
Para 2021, la Unctad espera que los flujos de inversión hacia y desde Latinoamérica se mantengan a un nivel bajo, y vaticina que no recuperen niveles previos a la pandemia hasta 2023, un año más tarde de lo apuntado por las predicciones a nivel global.
Además, la inestabilidad política y social en algunos países de la región, ponen un riesgo a la baja en las posibles entradas de la inversión extranjera directa.