En medio de la polémica creada por las concesiones mineras en Panamá a las cuales se oponen diferentes grupos ecologistas hoy, en La Historia Habla, vamos a recorrer la historia de la minería.
A pesar de que existen muchos animales que utilizan herramientas para resolver problemas puntuales, el ser humano es capaz de fabricar herramientas pensando en el uso futuro que les va a dar. Los homínidos primitivos seleccionaron con cuidado los materiales líticos con los que confeccionar sus herramientas. Pero también han escarbado la tierra para extraer minerales que más tarde iban a utilizarse en rituales, donde su significado simbólico añadía una mayor importancia a su extracción.
La mina más antigua descubierta hasta el momento en el mundo se encuentra en Suazilandia, en la Cueva del León, las dataciones de carbono 14, arrojan una fechación de alrededor de 43 000 años. De esta caverna los hombres paleolíticos extraían hematita, un pigmento de color ocre muy utilizado tanto en pinturas parietales, (en la variedad de oligisto terroso se han encontrado restos en la cueva de Altamira, donde fue utilizada hace unos 15 000 años como pintura roja), como en ritos funerarios, por ejemplo. Se calcula que durante el uso de la Cueva del León como mina pudieron ser extraídas unas 1200 toneladas de hematita.
En Europa se han descubierto numerosos yacimientos de sílex, utilizado para fabricar las herramientas de piedra, algunos de los más renombrados por la calidad del material están situados en el norte de Francia, en Hungría y en el sur de Inglaterra; mientras que en América del norte los indígenas extraían sílex desde hace más de 5 000 años. Pero no solamente se explotaron los yacimientos de ese mineral, durante el periodo preclásico el pigmento mineral de color rojo fue uno de los elementos que formó parte de las tumbas de los personajes de alto rango de la sociedad maya, como ya lo había sido antes entre los olmecas, y esa costumbre se prolongó durante el clásico y el posclásico. Los suelos, muros y bóvedas de las fosas, al igual que el difunto y el ajuar que lo acompaña, aparecen frecuentemente recubiertos de hematites o de cinabrio. También se explotaban los yacimientos de obsidiana y de jade, mineral este último que llegó a ser más valioso que el mismo oro. Por supuesto que tanto el oro como la plata fueron extensamente extraídos a lo largo y ancho del continente.
En el artículo “Estructuras arquitectónicas incipientes y áreas de explotación minera prehispánica en las cuencas de los ríos Grande y Coclé del sur, Panamá” los autores afirman que las estructuras precolombinas que se han hallado en estas zonas y que ellos denominan ‘cercados’ eran parapetos defensivos situados en medio del área de explotación minera prehispánica y que protegían asentamientos destinados al control de estas minas.
En la época de las primeras dinastías en Egipto se extraía malaquita en Maadi; la malaquita, una roca de color verde se utilizaba en joyería y como pigmento en la cerámica y el maquillaje. Ya a mediados del segundo milenio antes de Cristo, Egipto controlaba minas y canteras de piedras semipreciosas como la turquesa, y minerales como el cobre en yacimientos de la península del Sinaí y de Nubia. El historiador griego Diodoro Sículo, afirma que Nubia poseía enormes yacimientos de oro, y nos cuenta que el método para explotarlas era el denominado fire-setting, con el objetivo de romper la roca y liberar el oro. Este método minero, ampliamente utilizado hasta bien entrada la Edad Media, consiste en prender grandes hogueras al lado de la pared pétrea donde se encuentra la veta de mineral, cuando la roca está suficientemente caliente se le arroja agua fría, lo que causa la fractura de la piedra por el choque térmico.
Pero no es solo Diodoro Sículo quien nos habla de la minería, otros autores griegos como Estrabón y Ptolomeo, y romanos como Plinio el Joven, nos dejaron testimonio de la importancia que la minería tuvo para el desarrollo de los grandes imperios de la antigüedad.
Los romanos emplearon la minería hidráulica para la explotación de vetas, creando en algunas zonas un inmenso sistema de acueductos e incluso, en algunos casos, lagunas artificiales, como el lago de Carucedo; por medio de embalses y tanques lograban que el enorme caudal liberado al abrirse las compuertas se llevara por delante todas las capas de tierra que cubrían la roca madre donde estaba incrustada la veta mineral. Después empleaban el ya mencionado fire-setting y nuevamente el agua para enfriarla la roca. Emplearon este método en las minas de casiterita en Cornualles y en los depósitos de plomo de Gran Bretaña. A mediados del 25 d. C. los prospectores imperiales sabían que en el norte de Hispania, en las tierras de Lancia, se explotaban yacimientos de oro y plata procedentes de las arenas fluviales en los afluentes del río Sil. Cuando dieron con los yacimientos y los filones, la mano de obra esclava proveniente de las Guerras Cántabras y el agua de siete inmensos acueductos que sumaban 300 km de longitud y tenían una anchura promedio de 1,28 m y una profundidad de 90 cm, les permitieron zapar varias montañas en el yacimiento aurífero de Las Médulas. Este sistema de trabajo se llamó ruina montium, derrumbe de los montes.
Las Médulas fueron la mayor mina de oro a cielo abierto del imperio romano, se calcula que llegaron a remover unos 500 millones de metros cúbicos de terreno. Plinio el Viejo fue administrador de esta explotación minera y, según sus propias palabras, era “menos peligroso buscar perlas en el fondo del mar que sacar oro de estas tierras”. Allí llegaron a trabajar 60 000 personas y se extraían 1 635 toneladas de oro al año.