El sueño del rondero

(COMBO) This combination of pictures created on June 03, 2021 shows a file photo taken on May 01, 2021 of Peruvian presidential candidate, right-wing Keiko Fujimori (L), speaking during a debate with leftist Pedro Castillo (out of frame) in Chota, Cajamarca, northern Peru, ahead of the June 6 presidential runoff election, which threatens to polarize the country and a file photo taken on May 30, 2021 of Peruvian presidential candidate, socialist Pedro Castillo, during the last debate with his opponent, right-wing candidate Keiko Fujimori, ahead of the June 6 run-off election, in Arequipa, Peru. - Peru votes on June 6, 2021 in its fifth presidential election in three years after an unprecedented series of crises and corruption scandals that saw three different leaders in a single week. (Photos by Cesar Bazan and Martin Mejia / various sources / AFP)

Lo que va a suceder en Perú este domingo debe llamarnos la atención a todos. La política latinoamericana estará viviendo una eclosión, en particular la peruana y su democracia podrán pasar a la historia. Es claro lo que está sucediendo, es el resultado del desgaste de los partidos políticos, la clase política está tan devaluada que ya marca altos niveles de crisis. Dos candidatos, uno representa a Perú Libre, y la otra, a Fuerza Popular, que en todos los análisis se ven reflejados como dos caras de la misma moneda: son los anticandidatos.

No soy ni de lejos simpatizante de ninguno de los dos, no tengo por qué, si fuera peruano estaría obligado a votar ya sea por el cáncer terminal que es la opción Keiko Fujimori o por Pedro Castillo, que en este caso vendría a ser el sida. Mario Vargas Llosa así comparó las dos ofertas electorales que en 2009 pugnaron por la presidencia del país andino. Una, el sida, era Ollanta Humala, la otra, el cáncer, Keiko Fujimori. Hoy Keiko va por la tercera, perdió con Humala y contra Pedro Pablo Kuczynski en las siguientes dos elecciones. Ambas en segundas vueltas, ambas castigadas por el antikeikofujimorismo.

Keiko luego de una quimioterapia política ha vencido esa condición que la descalificaba a los ojos de Vargas Llosa, porque hoy el Nobel la está respaldando. Le tomó 10 años a Vargas Llosa convencerse que el cáncer político tiene cura. Mucha madurez de su parte, siendo él en una ocasión adversario del padre de Keiko, don Mario un furibundo antifujimorista, hoy ha tenido que tragarse un sapo del tamaño de la cordillera de Los Andes. Para Perú no debe ser fácil la elección, escoger entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori, es una cita con el destino. A los ojos del peruano antizquierda Keiko no es una salida; de los dos males, ella es el mal menor. A los ojos de Vargas Llosa, esta vez, el cáncer si es tratado tiene cura. Pero es que los partidos políticos están a la baja, y de ahí que estas votaciones sean prácticamente una cruzada. No es que el cáncer se haya extirpado, para nada, es que Pedro Castillo con su discurso ha alborotado la granja. Lo sabe el ultraliberal Vargas Llosa, Keiko es su opción y Castillo es un anatema. Vargas Llosa conoce el tamaño de su miedo, por eso apoya a Keiko.

Vargas Llosa significa mucho para Perú, no goza del carisma del desaparecido Gabriel García Márquez, no es tan rutilante como lo fue el Gabo, pero su opinión tiene peso. Que Vargas Llosa esté apoyando a la hija de su enemigo político, es un signo. Yo diría que es un clamor de desesperación llamar a la unidad por la causa de Keiko. Salvemos a Keiko, salvemos Perú de las garras del oso. Pero es que en Perú el antifujimorismo es tan radical como lo es el voto antizquierda. Entonces, ¿cómo llegaron a este predicamento de tener que escoger solo entre ellos dos? Simple, venció lo irracional. La sinrazón de la política, cuando raya en el absurdo.

Pedro Castillo, un ilustre desconocido que se agigantó al encabezar una coyuntura laboral. Un maestro de escuela, sindicalista, candidato de una fuerza autoproclamada marxista que no pudo escoger “mejor” etiqueta: Perú Libre. Keiko, la hija de papá, superó políticamente una de las épocas más oscuras del Perú. Mientras su padre ejercía de presidente, ella figuró como primera dama entre 1994 y 2000. Tendría 19 años cuando probó las mieles del poder. En un gobierno autoritario como lo fue el de su padre, el poder termina gustándote o intoxicándote. En el caso de ella, la sedujo. Fue senadora de 2006 a 2011 y candidata a dos elecciones, 2011 y 2016. Hablar ahora de las acusaciones de corrupción que pesan sobre ella parecería imprudente, es candidata a la presidencia, y eso es lo que cuenta. Candidata por Fuerza Popular, contrario a Pedro Castillo, esta nomenclatura no le favorece, pues si Keiko goza de popularidad esa fuerza no se ha notado. Dos elecciones perdidas, y según las encuestas, esta podría ser la tercera.

En nuestros países políticamente sicodélicos la opción del balotaje se vende como el trapiche de la democracia, lo más cercano a la manifestación de representatividad. Es la expresión puntual de eso que llaman la voluntad popular. El balotaje, o la segunda vuelta electoral, pasa cuando los dos candidatos con más votos que no alcanzaron la mayoría que exige la ley, tienen que ir a unas nuevas elecciones para elegir a un ganador. Es decir, de dos perdedores, tiene que salir un triunfador. Ni Keiko ni Pedro lograron lo suficiente para ser presidente, entonces ellos dos ahora se disputarán la preferencia de la mayoría de un electorado que irremediablemente no tiene claro el color de su voto. El balotaje tiene sus pros y sus contras, en este caso al peruano se le ha montado una encerrona, al final no le gustará con quien le tocó bailar.

El voto se ha polarizado tanto que no hay punto medio posible. Lo que hay es miedo. De Keiko se sabe qué se puede esperar. Pedro es un viaje de ida sin retorno. Ella no puede negar que se benefició de la dictadura de su padre, a quien aseguró que si ganaba lo indultaría. Pero más allá de eso, una fiscalía especial pidió 30 años de cárcel al acusarla de lavado de activos producto, entre otros, de la constructora brasileña Odebrecht, fondos utilizados para financiar sus campañas políticas. Lo sicodélico de esto es que los dos candidatos a los que ella no pudo vencer, Humala y Kuczynski, fueron alcanzados por la misma peste que a ella ahora se le señala. Todo este realismo mágico latinoamericano se resume en una frase botada por Marcelo Odebrecht, quien fuera CEO del grupo Odebrecht: “yo no he corrompido a nadie, estos políticos ya eran delincuentes cuando los conocí”. Mejor, imposible.

Pedro Castillo es un campesino de a caballo, maestro de escuela, un tipo normal. Un peruano modelo, hasta en eso los chamanes han tenido que ver, muy a diferencia de Keiko, que es hija de un “chino”. Se sospecha de él tanto que no da margen a la duda. Solo escucharlo ensordece. Pero no se esconde. Su partido es abierto y libremente marxista, su discurso naturalmente es de izquierda. Un tipo del campo, que salta a la fama cuando lideró una huelga magisterial que solo buscaba lo que todos los pobres anhelan: una vida mejor. Reclamaba mejores salarios para los maestros. De ahí que ahora una de sus frases más repetidas en sus convocatorias es ¡Nunca más un pobre en un país rico!

Perú este 6 de junio vivirá su Día D. Mucha expectativa en torno a estos resultados. ¿Cambiará la realidad peruana si gana Pedro Castillo?, ¿se tomarán Perú los cholos de Castillo? Esta cruzada que está librando el “hijo perdido” de Evo Morales abre una luz de esperanza al peruano que ha sufrido el racismo y que ha vivido oprimido. La democracia da revanchas. Morales ha hecho suya estas elecciones también, y su arenga no pasa inadvertida: “Perdimos en Ecuador, pero ganamos en el Perú”.

El Perú de Keiko es más de lo mismo, el establishment la apoya, esta vez apuesta con los ojos cerrados, no tiene otra opción, ella es su “mejor mala conocida…”. Igual le pasa a Vargas Llosa, el peruano más español de la Tierra, un apoyo sin precio ni duda. Vargas Llosa y el rondero Castillo, ambos sueñan con su Perú. Así es la democracia, más justa no se puede. El que gane o pierda amanecerá con un Perú muy dividido, pero no enfrentado. La estabilidad del país dependerá de la transparencia y el respeto de los resultados. Más interesante, imposible. El que ya ganó es Vargas Llosa, es un hecho, ya debe tener adelantado el borrador de su próxima novela. No es de fantasía lo que él pueda contar, pues el personaje es real, un campesino que aprendió a enseñar, las votaciones es el evento principal. Él es candidato a la presidencia, un sueño y una fecha, la verdad el resultado no importa. La trama puede suceder en Perú como en cualquier país de América, en esos pueblos donde hombres como él, Pedro, no nacen en un castillo y menos llegan a la presidencia. Título del libro: El sueño del rondero.

 

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