Deficiencias que amenazan el futuro

Según reza en su página web, la misión de la Autoridad Nacional de los Servicios Públicos (ASEP) es “regular, fiscalizar y asegurar la excelencia en la prestación de los servicios públicos, garantizando tanto a las empresas reguladas como a los clientes y/o usuarios, el cumplimiento de la normativa legal vigente, respetando sus derechos”. Mientras que por visión tiene la de “ser una autoridad innovadora, en materia de regulación de los servicios públicos, promoviendo la eficiencia y el cumplimiento de los niveles de calidad de los mismos, en los aspectos técnicos, comerciales, legales y ambientales”.

La institución creada con el objetivo de ejercer “un eficaz control, vigilancia y verificación de cumplimiento de las leyes y reglamentos por parte de las empresas”, naufraga en las aguas de la indiferencia y de su propia incompetencia. Porque si esas dos palabras no definen la gestión actual de la ASEP, ¿cómo puede explicarse, entonces, el deficiente servicio prestado por las empresas, de manera reiterativa, en el sector de distribución de la electricidad y en el de telefonía e internet?

Las interrupciones del servicio eléctrico se han convertido en cosa de todos los días en algunos sectores del país, con las consiguientes afectaciones y daños provocados a electrodomésticos y a los alimentos que requieren de refrigeración. En Arraiján, La Chorrera y Vista Alegre- por mencionar algunos- recientemente se han reportado apagones que han durado hasta 18 horas. En una muy conocida área de playa se han visto privados del servicio por más de 36 horas.

En la telefonía y la prestación del servicio de internet y televisión por cable, la cosa no pinta mejor. Sin contar con los aumentos repentinos en los saldos recibidos que nadie logra explicar y menos justificar, resulta también frecuente que las velocidades y la capacidad que recibe en el internet sean mucho menores que las que contrató y por las cuales ha estado pagando en exceso.

Estos servicios son la base del desarrollo digital. Si las bases son frágiles y deficientes, cualquier cosa que se construya sobre ellas resultará con las mismas deficiencias. Es hora de apretar las tuercas- tanto a la ASEP como a quienes brindan el servicio- y exigir la eficiencia y la calidad de la que mucho se habla en la página web de la susodicha institución; y que también deben estar definidas como exigencias en los contratos firmados con las empresas cuestionadas. El futuro tecnológico del país así lo requiere.

 

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