Hace 14 meses, con la llegada del covid-19, la forma en que se había llevado el proceso de enseñar y aprender recibió un duro golpe. Unos 23 millones de estudiantes y 1.4 millones de profesores se vieron afectados por la suspensión de las clases presenciales en los recintos universitarios de toda Latinoamérica. Durante este período crítico, el más grave y notorio problema para el aprendizaje no ha sido mayormente la falta de conectividad ni la falta de dispositivos, sino el hecho que las clases brindadas a través de las plataformas de videoconferencias son una copia exacta de las clases físicas acostumbradas antes de la pandemia: las mismas no se han adaptado a las características y al potencial que la tecnología ofrece.
Durante el último año la tecnología pisó el acelerador redefiniendo vertiginosamente los oficios y los puestos de trabajo. Las habilidades y los conocimientos requeridos por el mundo laboral ahora cambian constantemente y quien no sea capaz de acoplarse a ese ritmo y mantenerse actualizado quedará a la zaga en el terreno profesional. El cambio permanente como única realidad, predicado por Heráclito, amenaza instalarse en el corazón de la nueva normalidad.
En este nuevo escenario ya surgen opciones que compiten contra las universidades tradicionales ofreciendo nuevos modelos de educación en línea tales como Udemy, Coursera, Platzi y Amazon University, que ponen el acento en la formación rápida e intensiva de las nuevas habilidades digitales demandadas por el mercado. También florecen “startups” educativas especializadas- o bootcamps- las cuales, en períodos que oscilan entre 4 meses y un año, brindan una sólida formación en destrezas tecnológicas.
La concepción de que las carreras universitarias son la única vía para desarrollar habilidades avanzadas ha perdido su absoluta vigencia en los tiempos que corren. Costa Rica lo sabe y por ello, en alianza con la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (CINDE) y financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en medio de la pandemia logró capacitar a más de 200 de sus ciudadanos y pretende seguir apostando a estas nuevas opciones para transformar y capacitar a su talento humano y acelerar su ingreso en la economía digital.
La crisis sanitaria nos lanzó de improviso al futuro y acrecentó el desfase existente entra la realidad y nuestra educación. Este es el momento adecuado de las iniciativas para crear los programas con los que se puedan formar y actualizar en habilidades y destrezas a nuestros ejércitos de desempleados: sobre todo a los jóvenes, que han resultado los más golpeados laboralmente por la pandemia; y sin olvidar tampoco a las decenas de miles de NINIS (ni estudian ni trabajan). Por ahí podríamos muy bien iniciar la construcción del futuro nacional post pandémico.