Tito Rodríguez, como el cantante, se llama Ardito, un honorable diputado, por demás vicepresidente de la Asamblea Nacional, secretario del Movimiento Liberal Republicano Nacionalista (Molirena), diputado por el circuito 8-9 (Alcalde Díaz, Caimitillo, Chilibre, Ernesto Córdoba, Las Cumbres), ha hecho lo que pocos, decir la verdad. En un muy entretenido y celebrado Knockout, con la periodista Flor Mizrachi Angel, el domingo pasado, simplemente no dejó espacio para las dudas. Si es que alguien a estas alturas podía tenerlas.
Ser diputado debe ser muy estresante, solo el proceso previo al que se somete antes de las elecciones genera niveles de presión que no todos soportan. Entiéndase, primero, ser postulado por el partido, ser una persona que entre muchos se distinga o sobresalga, para entonces dar el siguiente paso, salir a la calle a pedir apoyo, en este caso el voto. Tener que promoverse, elaborar un discurso creíble, crear empatía, sumar simpatizantes. Dedicar largas jornadas a reuniones, organizar actividades, dirigir personal, administrar recursos y tiempo, todo con un solo fin: servir al país. Es lo que tuvo que hacer Ardito como uno más: caminar, sudar la calle, dejar a la familia para lograr estar donde está. En la Asamblea Nacional de Diputados. ¿Cómo lo hizo?, no lo sé.
“Si hacemos leyes bonitas, no nos reelegimos”. La entrevista se resume en esta perla, Ardito habló por todos. Él no pudo ser más franco y sincero. La Asamblea está para hacer “leyes feas”, entonces. Y aquel que las promueve, según sus palabras, se reelige. En la Asamblea habrá una comisión que las categorice, me pregunto. Lo que sí debe haber es una lista al final de los periodos, que enumere a los diputados que repiten. Serán los que hicieron “leyes feas”, según el razonamiento del honorable diputado. Leyes que solo les sirven a ellos. La Asamblea es el órgano del Estado más político y, del Knockout a la fecha, el más preocupado por las apariencias. Entre una ley bonita y una fea, ¿qué es lo mejor para el país? Yo creo que él por estar pensando en reelegirse olvidó el porqué lo eligieron, y eso pasa con la mayoría de los diputados, nunca dejan de estar en campaña. La Asamblea termina convertida en una institución que siendo su función la generación de leyes, la mayor parte del tiempo es un buen lugar para hacer política, un bunker, un cuartel de campaña.
El titular del Knockout deja claro que la preocupación de los diputados pasa por reelegirse. Ya sabrá cada cual qué clase de ley promovió. Hay que resaltar lo valiente que ha sido Ardito, se atrevió y asumió el riesgo de retar a Flor Mizrachi. Muy a pesar de los consejos de sus colegas, que le advirtieron que no lo hiciera. Flor ha entrevistado a muchos políticos y diputados, cada página publicada bien vale una mención. Debería hacer un libro con ellas, estos Knockout por años han desnudado a nuestra clase política, pero más allá de alegrar al pueblo y encender las redes, no ha pasado nada. Es lo más triste y lo que es peor: a los posibles entrevistados ahora les advierten que no lo hagan. Supongo que estas advertencias vienen de los que pisaron la cáscara. Pero la vanidad los mata, la soberbia puede más que su estulticia. Me parece oírlos, ¿qué me puede hacer ella?, simple: retratarlos.
El compendio de los Knockout vendría a ser un manual del perfecto político panameño. Pero ya se nos adelantó uno, el Manual del perfecto idiota latinoamericano, aunque el nuestro sería mejor. El de Plinio Apuleyo, Álvaro Vargas y Carlos Alberto Montaner quedaría en un nivel básico. El de ellos vino a esquematizar la realidad histórica latinoamericana, nicho de ensayos y laboratorio de pruebas de cuanto iluminado Dios ha creado, claro desde la perspectiva liberal de sus autores. Apuntando su tinta visceral a la izquierda populista el Manual traía implícita una crítica a Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. Lo que quiero decir es que un manual, una guía, serviría para si no se puede detectar, al menos intuir qué hay detrás de cada lámpara política.
Una guía sencilla con aquellos Knockout que los descubran, por sus respuestas, pero más por sus silencios. Hay que entender que los políticos tienen un patrón de comportamiento, también tienen su guía, Ardito Rodríguez no está solo. Antes de cada elección una hojeada al manual sería recordar una realidad pasada, eso nos ahorraría sobresaltos, espero. Lo contrario confirmaría lo de que el hombre es tan animal que busca la piedra más grande para darse con ella no una vez, sino todos los días, pero con más ganas el día que va a votar. La lección del manual sería: esto ya lo sabías.
Este país por su bien necesita “leyes bonitas”, parece ser la única manera de salir de estos diputados, pero no lo entienden. Ellos quieren seguir en el juego, el sistema los protege, promueve el tercermundismo político. Hacen leyes a su medida, según los estándares que más les favorezcan. Me gustaría pensar que una Constituyente pudiera cambiar las cosas, así como pienso que la vacuna podría acabar con la pandemia, pero no es tan fácil. La Constituyente no es una vacuna que pueda inhibir a los políticos corruptos, si así fuera el mundo no tendría mayores necesidades ni sufriría de quebrantos. Si por Constituyente fuera, este país no estaría enfermo.
Muchas de las respuestas que dio el honorable Ardito Rodríguez no deben escandalizar a nadie. La Asamblea Nacional es una muestra nuclear de nuestra sociedad. Allí hay de todo, aunque la gente todavía espera ver a una pata cantando, ¡imposible! Habrá contadas excepciones dentro de la Asamblea, pero esos son los que hacen “leyes bonitas”. Esos no se van a reelegir, según el manual del honorable Ardito Rodríguez. Este país se está descosiendo, y sabe del poder que tienen los políticos que han hecho exactamente lo que sus electores esperaban: nada. Por eso estamos así. Porque es lo que hay, esta sociedad está sometida a una dieta política chatarra. A la Asamblea llegan y se reeligen los que nosotros queremos, y confiamos el país a quien creemos el más apto. Eso es democracia, por esto mucha gente derramó sangre. Hasta la democracia tiene sus déficits.
El Manual del perfecto idiota latinoamericano tuvo su contrapunto, Autorretrato de cuatro idiotas latinoamericanos, de Juan Gabriel Labaké, interesante tratar los pro y los contra de ambas tesis. Sin embargo, quien originó todo, Las venas abiertas de América Latina, su autor, en una colosal autocrítica confesó que no volvería a leerlo, no sería capaz. Galeano reconoció que cuando lo escribió no sabía tanto sobre economía y política. Allí está la fórmula, un sistema logra su desarrollo pleno cuando la libertad política y la libertad económica se consolidan. La ecuación perfecta parte de la suma de estas dos libertades, el resultado es desarrollo y prosperidad. El camino al progreso lo garantizan las instituciones sólidas, transparentes, en un país donde la justicia prime, y que esta no sea rehén de la política. Lo otro es miseria.
El voto zombi es el que aletarga a una sociedad, la empobrece. De ese voto se benefician los que hacen “leyes feas”. Hay que mejorar la oferta electoral. Hay que informarse bien antes de votar, un voto correcto nos libraría de los que quieren convertir la Asamblea en un salón de belleza. Queremos leyes que beneficien a todos, a contrario del “qué hay pa mí” o de mi reelección. Estoy pidiendo mucho, punto. Yo seguiré leyendo los Knockout, esperando a ver quién cae. No hay radar que detecte la política rapaz, ni radiografía que la descubra. Un debate abierto sería de risa. Una política así no cree en el cara a cara, y quienes la representan engañan hasta un polígrafo. Por eso felicito a Ardito, no le tembló el pulso para decir su verdad. Pero ahora sabe que cuando Flor Mizrachi pregunta… después del golpe, viene la lona. Ella es, por mucho, lo mejor del boxeo.