Antimáscaras alemanes se apropian de la imagen de Sophie Scholl, ícono de la resistencia antinazi

Efigie de Sophie Scholl develada en las escaleras de la Universidad Ludwig Maximilian en Munich, con motivo de la conmemoración del centenario de su ejecución. El movimiento antimáscaras en Alemania, que dice "resistir" a las restricciones anticovid, intenta apropiarse de la imagen de Sophie Scholl, una estudiante alemana nacida hace 100 años y ejecutada por los nazis. Peter Kneffel/AFP

El movimiento antimáscaras en Alemania, que dice «resistir» a las restricciones anticovid, intenta apropiarse de la imagen de Sophie Scholl, una estudiante alemana nacida hace 100 años y ejecutada por los nazis.

El 22 de febrero de 1943, esta joven y su hermano mayor, Hans Scholl, ambos miembros de un pequeño grupo llamado la «Rosa blanca», fueron guillotinados en la prisión bávara de Stadelheim, después de un proceso expeditivo.

¿Su crimen? Haber lanzado en el recinto de la universidad de Múnich panfletos contra el Tercer Reich. Los hermanos, protestantes y miembros en su adolescencia de organizaciones nazis, pronto empezaron a criticar los conflictos lanzados por Adolf Hitler, especialmente en el este.

Más que los otros miembros del grupo, Sophie, nacida el 9 de mayo de 1921, se convirtió en una de las personalidades más admiradas en Alemania.

Las fotos que la muestran sonriente, con pelo corto, se reproducen en innumerables materiales educativos, películas y exposiciones. Cientos de escuelas y calles llevan su nombre en todo el país.

El primer ministro de Estado de Baviera, Markus Soeder, deposita una corona de flores durante una conmemoración con motivo del centenario de la ejecución de la joven antifascista Sophie Scholl, en las escaleras de la Universidad Ludwig Maximilian en Munich. Hans y su hermana Sophie eran miembros del grupo estudiantil «Weisse Rose» (Rosa Blanca), que actuó en la resistencia no violenta durante el régimen nazi. El 22 de febrero de 1943 fueron condenados a muerte y ejecutados mediante guillotina Pete Kneffel/AFP.

Entre las «mejores»

En 2003, los alemanes la designaron en cuarta posición de una clasificación de los «mejores» ciudadanos, justo detrás de Konrad Adenauer, Martin Luther y Karl Marx.

No es de extrañar, en este contexto, que la clase política a menudo haga alusiones a esta estudiante de biología, mártir del nazismo.

La candidata ecologista Annalena Baerbock, una de las favoritas para la sucesión de Angela Merkel a la cancillería en el otoño boreal, la designó recientemente entre sus «heroínas».

Carola Rackete, excapitana del buque de rescate de migrantes «Sea Watch 3», aseguró que si Sophie Scholl estuviera viva estaría a favor de la lucha contra la xenofobia y el extremismo.

Del otro lado del espectro político, el partido de extrema derecha AfD no dudó en 2017 en afirmar que la joven «votaría» necesariamente por esta formación.

En plena pandemia del coronavirus, otro grupo intenta apropiarse de su imagen: se trata del movimiento antimáscaras, muy activo en Alemania y que utiliza sin escrúpulos símbolos del nazismo.

Se ha visto a manifestantes mostrar estrellas amarillas con las palabras «no vacunado». Y otros, vestidos con uniformes de prisioneros de campos de concentración, levantan con ironía pancartas con «La vacunación hace libre», versionando la famosa inscripción «El trabajo hace libre» en la entrada de Auschwitz.

Tampoco faltan los que se comparan con Ana Frank, otra víctima emblemática de los nazis.

Una «abominación»

Pero es la referencia a Sophie Scholl la que más se ha extendido. Sobre todo después de la publicación de un video que se hizo viral de una manifestante diciendo, en noviembre en Hannover, que era «como Sophie Scholl» por resistir durante meses a las restricciones anticovid.

Esta comparación suscitó indignación en Alemania, hasta en el seno del gobierno de Angela Merkel.

También se ha utilizado su imagen en las protestas anticovid. Este amalgama es una «abominación», dijo  el Comité Internacional de Auschwitz.

«Es un mal uso del nombre de Sophie Scholl», dijo por su parte el sobrino de la resistente, Jörg Hartnagel, a la prensa alemana, «rechazando claramente estos intentos de asimilar las manifestaciones contra las reglas sanitarias a la resistencia» contra los nazis.

En un país donde el terrorismo de extrema derecha se convirtió en la amenaza número uno, con un récord de crímenes y delitos xenófobos y antisemitas en 2020, este tipo de apropiación es percibido como un síntoma alarmante por los investigadores.

El historiador Jens Christian Wagner, miembro de la fundación del campo de concentración de Buchenwald, no oculta su «inquietud» ante la pérdida de «conciencia histórica» de una parte de los alemanes.

«Ya no hay prácticamente testigos contemporáneos» de la época nazi, subraya. «Ya no pueden defenderse cuando son instrumentalizados o cuando la extrema derecha reescribe la Historia y el presente para una inversión de la culpabilidad«, confiesa Wagner.

«Al trivializar el Holocausto y la dictadura, estos militantes ponen en peligro la democracia y el consenso básico de la sociedad«, abunda Ludwig Spaenle, comisario de la lucha contra el antisemitismo en Baviera, que afirma haber pedido a los servicios de inteligencia que vigilaran de cerca el movimiento «escéptico al coronavirus» en su región.

Berlín, Alemania. AFP

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