La comunidad científica llevaba años advirtiendo sobre el riesgo de una grave pandemia; sin embargo, la desconexión entre la ciencia, el público y- sobre todo- la desconexión de los gobiernos, provocó que no estuviéramos preparados para afrontar esta crisis sanitaria global.
“Una epidemia es como un fuego en el bosque: si lo atajamos de raíz no llega a propagarse”, advierte la experta en virus Margarita del Val. Y la del covid-19 no será la última que afrontemos, razón por la cual destacan dos lecciones en medio de la presente tragedia: la vigilancia global y el monitoreo resultan imprescindible para la prevención; y los centros científicos del mundo, si aspiran a cortar los futuros fuegos apenas salte la primera chispa, están obligados a compartir sus datos. Sólo compartiendo información lograrán que suenen las alarmas apenas surja alguna anomalía.
Los especialistas en enfermedades infecciosas estiman que en la naturaleza existen cerca de 1.6 millones de virus, de los cuales sólo 4 mil han sido identificados. Las potenciales amenazas son muchas: el virus nipah, el zika, el MERS, el H1N1, sin dejar de mencionar la constante amenaza de nuevas cepas de la gripe y el creciente peligro de las bacterias resistentes a cualquier tipo de antibiótico. “Lo que me mantiene despierto por la noche”, confiesa Christian Walzer, director ejecutivo de Wildlife Conservation Society, “es pensar que otro coronavirus como el síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS), que tiene una tasa de mortalidad mucho, mucho más alta, se vuelva tan transmisible como el covid”.
¿Qué pueden hacer las naciones individualmente en este alarmante escenario global? Según la exdirectora de la OMS Margaret Chan, “una mejor preparación deberá incluir también el refuerzo de los sistemas sanitarios de los países para asegurar una cobertura universal y un nivel de salud en la población que reduzca las desigualdades y las comorbilidades capaces de aumentar la mortalidad de una pandemia”.
No podemos aspirar a estar preparados para otra futura crisis con un sistema de salud pública tan lamentable como el actual, donde lo acostumbrado es la falta de insumos y de equipos, los salarios sin cancelar a los trabajadores de la salud y la deficiente administración de las instituciones que brindan los servicios médicos.
Para la próxima ocasión, cuando un virus semejante al nipah- con una tasa de mortalidad del 75 por ciento- mute a una cepa tan transmisible como el SARS-CoV-2, echaremos en falta un sistema de salud moderno y eficiente.