Necesito del mar porque me enseña / no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo / o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navíos. (El mar, Pablo Neruda)
Era el 13 de agosto de 1997. Charles Moore viajaba a bordo de su catamarán llamado Alguita, desde Hawái hasta California, en medio de la calma de las aguas en el llamado espiral del Pacífico Norte. Volvía a casa después de participar en una carrera de yates entre Los Ángeles y Hawái.
Charles Moore es marino. No uno cualquiera, como veremos más adelante. Porque este estadounidense oceanógrafo, capitán de barco e investigador, ha sido uno de los primeros que denunció algo que ya se sospechaba que ocurría: la acumulación de desechos plásticos en el Pacífico Norte, precisamente en el vértice donde confluyen las corrientes marinas.
Siete días se tardó en atravesar esta extensión de agua “plastificada”; siete días en los que verificó cómo los seres humanos estamos transformando el azul del mar en el gris de la basura.
Eso sucedía en 1997, y desde entonces Moore y otros científicos con ese tipo de conocimientos empezaron a denunciar -a través de conferencias, artículos, programas de televisión y documentales- lo que estaba sucediendo con los millones de bolsas, botellas y otros artículos de plástico, y el enorme daño que se hacía a nuestros mares.
Comenzaba a hablarse de la “isla de basura o isla de plástico”.
Pero ni siquiera este avezado hombre de mar e investigador pudo prever lo que se avecinaba: todos los años, a los mares del mundo van a parar al menos unos 8 millones de toneladas de residuos, sobre todo de material plástico.
“El plástico es un depredador y la cosa es que ese depredador no mata para comer, sino que mata para nada. Esa es la tristeza, si hay una razón para matar es comer, eso es la cadena alimenticia. El plástico mata sin razones”. (Charles Moore, oceanógrafo, en Bilbao, España, año 2018)
Pero, siendo justos, cuando se habla de la basura oceánica tendemos a pensar que la mayor parte de esta proviene de envases plásticos o bolsas. En realidad, hay de todo, con un 46% proveniente de equipos de pesca abandonados o desechados. Pero además se encuentran zapatillas, patitos de caucho, jaulas para cazar animales marinos y ¡hasta televisores!
Hagamos algunas precisiones. Los expertos señalan que el material plástico, que apareció en nuestras vidas hace algunas décadas, tardará más de 500 años en degradarse en los océanos. Mientras tanto, los animales marinos, peces, ballenas, delfines y aves seguirán “alimentándose” de este material.
Los productos que flotan en los océanos son fragmentos que no se ven a simple vista, lo que los hace más peligrosos aún, pues ni siquiera son visibles desde el espacio. Esto se debe a que el material plástico que llega al mar se va fotodegradando y desintegrando en pequeños fragmentos los que con los años llegarán a ser solo moléculas. Por supuesto, altamente dañinas.
Porque estas moléculas concentran contaminantes, como hidrocarburos, los que de esa manera entran en la cadena alimenticia, ya que sirven de “alimento” a especies marinas y que eventualmente llegarán a nosotros, los humanos, cuando comemos productos del mar.
Algunos datos sobre la llamada “Isla de basura”
*Como dijimos, Moore puso en movimiento a la comunidad científica, a raíz del hallazgo del mar de plástico que registró en su viaje de Hawái a California. Este hallazgo, en 1997, es la más grande evidencia de que algo se debe hacer para superar, ya no solo la crisis oceánica sino la del planeta entero.
*La mancha de basura se ha transformado en el “séptimo continente”, como lo han llamado algunos, de casi dos millones de km2, según la revista Nature, es decir, la superficie de Francia multiplicada por tres.
*El 94% de esta basura está constituido por pequeños fragmentos de plástico, los que se desprenden de otros más grandes. Estos fragmentos se van haciendo cada vez más pequeños –apenas unos milímetros-, debido a la erosión, y confunden a los animales marinos, que se los comen.
*El microplástico que llega al mar viene en su mayoría de vertidos terrestres, pero un gran porcentaje corresponde a equipos de pesca abandonados o a desechos marinos que son lanzados al mar desde los propios buques. Cuando la basura llega al Pacífico Norte se vuelve a agrupar, convirtiéndola en una gran “sopa” que navega por el área.
*Cada año, el plástico hiere o asfixia a unos 100 mil mamíferos y un millón de aves marinas, ya que el 84% de esos desechos contienen material tóxico. En el año 2050, según los expertos, el plástico presente en los mares del planeta pesará más que los peces que lo habitan.
Aunque los estudios señalan que el continente asiático es el principal proveedor de basura al océano, no debemos olvidar que es un problema de todos. Las evidencias dicen que dos tercios de los objetos recogidos en el mar corresponden a Japón y China, aunque de seguro los que hicieron esos estudios no se dieron una vuelta por Panamá, a observar cómo pasan nuestros ríos en invierno: basura de todo tipo y ¡hasta colchones, refrigeradores y lavadoras! navegan por ellos rumbo al mar, sin que nadie le ponga el cascabel al gato.
Un dato lo dice todo: en 2016, el 30% de la basura de Panamá iba a dar a la bahía. Es decir, unas 700 toneladas diarias, la mayoría plástico, pasan a contaminar los océanos que nos flanquean. Y estamos hablando de un país pequeño, que no genera ni el 1% de la basura de otros, con mayores dimensiones.
En Colombia, país limítrofe con el nuestro, solo en la zona de Santa Marta llegan al relleno sanitario 475 toneladas cada día, de las cuales unas 75 toneladas corresponden a plástico. Mensualmente, esto significa unas 15 mil toneladas.
Los peces se cambian de casa
En el año 2011, un gran terremoto de 9.1 grados y tsunami arrasaron con Japón. Olas de hasta veinte metros causaron más de 18 mil muertes en el país asiático, en una de las mayores tragedias de carácter mundial. El epicentro se ubicó en el mar, frente a la costa de Honshu y a una profundidad de 32 kilómetros.
Un estudio hecho con este tema concluyó que, además, la tragedia dejó otros daños colaterales: la invasión forzada de las especies acuáticas invasoras. Estas no son otras que aquellas especies que llegan a un lugar sin pertenecer a él. Y puede suceder que lleguen a un nuevo hábitat y mueran en el intento de adaptarse. Pero también puede que dañen de muchas maneras la vida que existe en esos hábitats, alimentándose de las especies nativas, compitiendo por espacio y comida. Claro que no solo el tsunami dejó una estela de especies invasoras: a causa de la ocupación por parte de los humanos de las zonas costeras y de los huracanes, que tienen que ver con el cambio climático, se ha incrementado la presencia de plástico y de especies invasoras en los océanos.
Medidas prácticas para limpiar los océanos
Uno de los problemas que existen en la actualidad es el tratamiento de las aguas residuales domésticas e industriales, entendidas estas como las “generadas por el metabolismo humano y las actividades domésticas”, además de aquellas que vienen de la industria (minería, hotelería, actividades agrícolas o que se utilizan para actividades comerciales).
Al no tener las ciudades la suficiencia de plantas de tratamiento, muchas de estas aguas van directamente a ríos, lagos y mares. Como estas fuentes no tienen la capacidad de neutralizar la carga de contaminación, resulta en graves daños a la flora y la fauna, además del daño ocasionado a su destino final, el océano.
A partir del año 2019, Panamá adoptó una medida destinada a ayudar a la conservación de los mares: la eliminación de las bolsas plásticas en supermercados, tiendas, ferias libres y otros. Lo mismo hicieron muchas otras naciones.
Antigua y Barbuda fue la primera nación de América que tomó medidas concretas contra la contaminación: en 2016 prohibió las bolsas de plástico; luego la siguieron Colombia, Panamá, Costa Rica, Belice, Bahamas, Chile, Ecuador y México, con disposiciones sobre el uso del plástico que buscan frenar su expansión. Luego se han ido sumando el resto de los países, porque está claro que es un problema que atañe a todos.
Además, gente de todo el planeta se ha organizado en brigadas de limpieza, y se han dedicado a limpiar las playas, con resultados impresionantes. Por ejemplo, en el área de Nueva York existe la Plastic Free Water, una brigada que busca limpiar los mares de Nueva York y Nueva Jersey de los 165 millones de partículas plásticas que flotan en el puerto.
Otra entidad, la llamada 4Ocean, ha recogido en 27 países más de 2 mil toneladas de plástico del mar desde que fue fundada, en 2017.
También, existe Seabin, un contenedor creado por dos muchachos australianos surfistas, que básicamente se trata de una bomba que absorbe los residuos plásticos que flotan en el mar. Todas las medidas son loables, pero…
Aunque ayudan a que la “isla de plástico” no siga creciendo, es a todas luces insuficiente. Porque seguimos lanzando basura a los ríos, lagunas y lagos, basura que eventualmente llegará al mar. Necesitamos de manera urgente cambiar nuestros hábitos de consumo, sobre todo botar la basura donde corresponda, pensando siempre que el ideal es no generar tanta y reciclar lo más que se pueda. También, debemos llevar siempre nuestras propias bolsas al supermercado, evitar el uso de vasos y vajillas desechables, no tirar el aceite usado en el lavaplatos, utilizar envases de vidrio, etc.
En definitiva, debemos minimizar el uso del plástico en nuestras vidas, porque si bien es cierto este material –por su costo- vino en “ayuda” de los seres humanos, hoy se ha convertido en un problema mayor que puede acabar con el ecosistema marino.
Necesitamos que además de los gobiernos se involucre a todos los que de alguna manera utilizan el mar, empresas navieras, principalmente. Ya la empresa danesa Maersk tiene un convenio con The Ocean Cleanup, con el objetivo de seguir desarrollando tecnología y así eliminar la basura marítima.
Pero, insistimos, la conciencia de cada uno de los más de 7 mil millones de habitantes de este pobre planeta debe decirnos que el mar es uno de nuestros mayores activos y fuente de alimentos. No defraudemos a Charles Moore y a todos aquellos que luchan por un mar libre de plástico.