Bagdad
El gran ayatolá Alí Sistani, referencia religiosa para la mayoría de musulmanes chiitas, abogó este sábado por que los cristianos en Irak vivan «en paz» y con «todos los derechos», durante un encuentro inédito con el papa Francisco.
Con su visita a la ciudad santa chiita de Nayaf, el papa argentino buscaba tender la mano a esta rama del islam, pero también apoyar a los cristianos de Irak –1% de la población de este país musulmán–, que se dicen a menudo víctimas de discriminaciones.
Del encuentro, el primero del jefe de los 1.300 millones de católicos del mundo con el gran ayatolá de Nayaf, solo trascendieron dos cosas: una foto de los dos ancianos y, sobre todo, un comunicado de la oficina de Sistani.
El dirigente chiita de 90 años, que lucía el turbante negro de los descendientes del profeta Mahoma, nunca realiza apariciones públicas, responde por escrito a los fieles y periodistas, y sus representantes leen sus discursos.
Con motivo del encuentro, el hombre, de barba larga y complexión frágil, hizo publicar un comunicado en el que agradece al papa Francisco su visita a Nayaf tras su encuentro de 50 minutos a puerta cerrada.
El gran ayatolá aseguró al pontífice, vestido de blanco, «la atención que presta al hecho de que los ciudadanos cristianos puedan vivir como todos los iraquíes en paz y en seguridad, con todos sus derechos constitucionales».
Tras reunirse con el clero católico a su llegada el viernes a Bagdad, el papa de 84 años quiso tener este gesto de apertura hacia el islam chiita, dos años después de firmar en Abu Dabi un documento sobre «la fraternidad humana» con el gran imán sunita de la mezquita Al Azhar de El Cairo, Ahmed Al Tayeb, una de las grandes autoridades en esta rama del islam.
Esta etapa en el programa papal es motivo de orgullo para muchos chiitas en un país que desde hace 40 años ha pasado por conflictos y crisis y una guerra civil sangrienta entre musulmanes chiitas y sunitas.
Otra dimensión
«Estamos orgullosos de lo que representa esta visita (…) va a dar otra dimensión a la ciudad santa», dijo a la AFP el clérigo chiita Mohamed Ali Bahr al-Ulum.
El gran ayatolá Alí Sistani es la máxima autoridad para la mayoría de los 200 millones de chiitas en el mundo -minoritarios entre los 1.800 millones de musulmanes-. Su único ‘rival’ religioso es el guía supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei.
De nacionalidad iraní, Sistani se erige desde hace décadas en garante de la independencia de Irak y dirige una escuela teológica que preconiza la retirada de los religiosos de la política -deben limitarse a aconsejar- al contrario de la escuela de Qom en Irán.
«La escuela teológica de Nayaf es más laica que la de Qom, que es más religiosa», recuerda el cardenal español Miguel Ángel Ayuso, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Nayaf, asegura, «concede más peso al aspecto social».
Intereses exteriores
De hecho, el gran ayatolá influyó para hacer caer el gobierno criticado durante meses en 2019 por miles de jóvenes manifestantes, hartos de ver a su país caer en la corrupción y la mala gestión.
El papa y el gran ayatolá son dos personalidades religiosas que suelen hacer comentarios políticos. Pero los dos sopesan sabiamente sus palabras.
Una vez más, el papa salpicó su discurso a las autoridades iraquíes con alusiones a la situación del país, atrapado entre sus dos grandes aliados: Estados Unidos e Irán.
«Que cesen los intereses partidistas, estos intereses exteriores que no se interesan por la población local», imploró Francisco.
La visita del papa -bajo fuertes medidas de seguridad- tiene lugar en medio de un confinamiento total de la población tras el aumento de casos de covid-19, que ronda los 5.000 contagios diarios.
El papa fue vacunado antes del viaje, pero se ignora si la oficina del gran ayatolá ha hecho otro tanto.
Después de Nayaf, Francisco tiene previsto visitar la ciudad de Ur, en el sur, donde según la tradición nació el patriarca Abraham, gran pilar de las tres religiones monoteístas. Allí, rezará con los dignatarios chiitas, sunitas, yazidíes y sabeos.
AFP