¿Por quién suenan los tamboritos?

La credibilidad de un individuo resulta de su apego a la verdad al momento de hablar y de que sus actuaciones estén ceñidas estrictamente a un conjunto de normas éticas. Y, además, tiene que existir coherencia entre lo que pregona y lo que practica. De ahí resulta la confianza que genera entre las personas a su alrededor. Lo mismo aplica para las instituciones.

La credibilidad y la confianza caminan de la mano: la una no existe sin la otra. Dentro de cualquier grupo humano, esa yunta entre ambas es la que mueve la carreta de las relaciones sociales, económicas y políticas. No podemos soñar con ningún tipo de logro en ausencia de esa mancuerna.

Dentro del accionar político no hay capital más importante: un partido o individuo sin credibilidad ante el electorado es un espécimen condenado al fracaso y a la insignificancia.

Lo peligroso de esa ausencia de credibilidad tanto institucional como de la clase política es que sus tentáculos nocivos arrastran también a la nación. Una sociedad que no confía en sus gobernantes tampoco respalda sus acciones o propuestas, si es que las llegan a tener. Sólo la rebeldía cabe en semejante situación, producto del descontento reinante; como actualmente vemos que ocurre en el escenario local.

Las espontáneas manifestaciones surgidas en Las Tablas, en Aguadulce y otras localidades nacionales resultan del descreimiento masivo instaurado en el país luego de un año de pandemia, durante el cual los ciudadanos hemos convivido en dos mundos excluyentes: el mundo de la mayoría, sometida a encierros y medidas restrictivas que la han hundido en la más precaria sobrevivencia; y el otro mundo, de unos pocos privilegiados asentados en el poder y quienes imponen las restricciones, pero están exentos de cumplirlas gracias a la cercanía con los gobernantes de turno.

Seguir alimentando la falta de credibilidad, no es una buena receta dentro de la situación que vive actualmente el país. En un escenario ruinoso como el que nos rodea, la confianza entre las partes es fundamental para acometer las ingentes tareas que nos esperan luego de controlada la crisis de salud. Escuchemos las alarmas antes que sea demasiado tarde.

 

 

 

 

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