Dominic Toretto, uno de los personajes centrales de la saga cinematográfica “Fast and the Furious”, está construido sobre la credibilidad: cuando empeña su palabra se puede estar seguro que cumplirá lo que promete aunque se derrumben los cielos; y, en el camino que media entre la promesa y su concreción, sus actos se estructuran sobre una integridad a toda prueba.
La credibilidad va aparejada a la capacidad de ser creído, a la capacidad de ganar la confianza de los otros; es el resultado directo de la honestidad, la congruencia y la rectitud sobre los que sustentamos nuestras palabras y acciones.
Resulta una cualidad fundamental en las relaciones humanas y en todos los órdenes de la vida social, destacando -sobre todo- en la política, el periodismo y en la religión. Si un político carece de credibilidad, el votante desconfiará de sus intenciones; si es el periodista el que carece de tal virtud, su trabajo no tendrá valor; y no hace falta señalar la tragedia de un apóstol en el que nadie cree.
La credibilidad es el principal sostén del liderazgo: todo el que pretenda influir en quienes le rodean, inspirarlos para perseguir una meta común, tiene que contar con la confianza de aquellos a los que se dirige.
Nuestro país, desde hace muchos años, está sometido al naufragio de tan vital cualidad. Y lo ocurrido en el proceso de vacunación hace un par de días demuestra los niveles de descomposición ética que sufre la nación. Miembros de un club cívico, faltando a los postulados de integridad y comportamiento ejemplar que pregonan hasta el cansancio, se saltan las filas y consiguen ser inoculados igual que cualquier otro “juegavivo”: gracias al más despreciable oportunismo.
Olvidaron que el ejercicio de cualquier tipo de liderazgo- social, político, religioso, cívico- requiere de una serie de virtudes para ejercerlo con excelencia y de la manera más efectiva. Y evidentemente ellos sólo pregonaban tales virtudes: las mismas no eran parte sustancial de su comportamiento.
Mientras persista sin freno la descomposición ética que reina en el escenario nacional, la credibilidad necesaria para sumar apoyo y acometer los retos y las tareas que impone el futuro próximo será material sólo presente en las sagas cinematográficas en las que muchos se refugian para no afrontar las desvergonzadas actuaciones de los líderes de la vida real.