La libertad sin responsabilidad no es otra cosa que libertinaje; porque, estemos de acuerdo o no, somos responsables de las consecuencias que acarrea el ejercicio de nuestras decisiones. Hacia allá apuntaba el escritor estadounidense Elbert Hubbard al proclamar que “la responsabilidad es el precio de la libertad”.
Luego de más de un año transcurrido entre cuarentenas -algunas más largas y otras breves-, las autoridades anunciaron claramente que no habrá restricciones para el período de Semana Santa; lo que seguramente se manifestará en largas filas hacia el interior para disfrutar de esos días de asueto.
Corresponde a cada ciudadano, ya sea que se traslade a las provincias del interior del país o sea que permanezca en su acostumbrada rutina, mantenerse constante en el cumplimiento de las medidas de bioseguridad establecidas desde el inicio de la pandemia: uso de mascarillas, lavado constante de manos, distanciamiento físico y uso de gel alcoholado. No podemos claudicar en esas básicas normas sanitarias: menos aún los viajeros que, al trasladarse, rompen la burbuja familiar.
Los organismos mundiales de salud han advertido de un aumento de los casos de contagios y algunas naciones ya están sumergidas en nuevos períodos de restricciones mientras otras los anuncian para intentar frenar la irrupción de una tercera ola del covid-19.
En Chile, por ejemplo, a partir del jueves 25 de marzo, más de 13 millones de personas-casi el 72 por ciento de la población- volverán a estar sometidas a cuarentena. Francia ya lo está desde el pasado viernes y durante un mes. En Italia, por su parte, cerca de 40 millones de ciudadanos iniciaron un nuevo confinamiento mientras que Alemania estudia la posibilidad de volver a imponer restricciones ante el aumento exponencial de los contagios por coronavirus.
Es comprensible que bajo el peso de la fatiga pandémica y con el optimismo generado por el proceso de vacunación y la baja de casos de las últimas semanas, un considerable sector de la ciudadanía se sienta aliviada luego de un año de presiones y angustias emocionales y sicológicas. Y como consecuencia afloje en la disciplina sanitaria a la que ha estado sometida. Sin embargo, no podemos ceder al cansancio; abandonar las medidas de cuidado en estos momentos significa abrir las puertas de par en par a la tan temida tercera ola.
Durante un año la libertad ha estado bajo acoso so pretexto de la pandemia. Volvamos a ejercerla y dejemos muy en claro que, en medio de tan terrible situación, somos un pueblo que aprecia la suya y paga el precio con la moneda que corresponde: la responsabilidad.