El poder del camerino en una selección

Román puede ir puliendo a esos nuevos jugadores, en ese pequeño espacio (camerino), que pronto se va a convertir en el hábitat antes de hacerle frente a la realidad que se les avecina con los partidos oficiales. Fepafut

Con 34 años ya muchos están jubilando a Román Torres de la selección nacional. Antes de fichar con su nuevo club costarricense, se decía que estaba pesado, falto de ritmo por no haber tenido continuidad en los últimos meses. Y como con el nuevo entrenador Thomas Christiansen estamos hablando de un cambio y de un relevo generacional, se piensa que se consigue así, como por arte de magia, solo con jóvenes que intentan ganarse un espacio con sus clubes en tercera, segunda y algunos pocos en la primera división, en el fútbol europeo.

El fichaje de Román con el Cartaginés de Costa Rica le llegó en el mejor momento al defensa panameño. La noticia lo alcanzó cuando estaba entrenando con la selección nacional para su amistoso con Serbia, en el que finalmente no pudo participar del encuentro por haber viajado al vecino país para cerrar su compromiso con el club.

Puede ser que por los años el capitán de la selección haya perdido velocidad, pero eso lo puede nivelar con la experiencia. Si, experiencia en la cancha o fuera de la cancha. Todavía tiene que darle algo a la selección y su presencia es importante como agente de ese de cambio que podría convertirlo, indirectamente, en un soporte para Christiansen que apenas está conociendo a los jugadores.

Con este nuevo equipo que se está armando, es importante ir consolidando lo que es un camerino o vestuario, en el que se necesita de un líder como lo fue Román en la selección que clasificó al Mundial de Rusia. Por estos momentos el equipo no lo tiene por las circunstancias actuales, apenas se está armando. Allí creo que Román puede ir puliendo a esos nuevos jugadores, en ese pequeño espacio (camerino), que pronto se va a convertir en el hábitat antes de hacerle frente a la realidad que se les avecina con los partidos oficiales.

Decía el ex campeón mundial con Argentina en México 1986, Jorge Valdano, en su libro Los 11 poderes del líder: «El poder del vestuario es el poder del equipo». Y sobre el tema Valdano comparte una interesante anécdota en su libro: «Estábamos en México, en los días previos al comienzo del Mundial de 1986. Yo había sido el último jugador en incorporarme porque días antes había jugado la final de la Copa de la Uefa con el Real Madrid. Llegué cansado, la altitud me afectaba y debía de tener un aire fastidioso muy poco estimulante. Lo deduzco porque un día, el «chino» Tapia, uno de los jugadores más jóvenes de la Selección Argentina (y que no jugaría ni un minuto en ese Mundial), tocó la puerta de mi habitación. Fue clarísimo: ‘Quería hablar con vos porque te veo un poco caído’. Le dije que sí, quitándole importancia al tema, porque pensé que venía a interesarse por mi ánimo. Pero lo que le interesaba a Tapia no era solo mi ánimo personal, sino también el ánimo general. ‘Sabes qué pasa -concluyó-: si te vemos triste a vos, que sos un referente, los demás nos ponemos a llorar’. Casi me muero de la vergüenza. Desde ese día no volví a mostrar mis debilidades en público porque, efectivamente, los jugadores más maduros están siempre bajo vigilancia».

De acuerdo a Valdano, «siempre creía que la única división que funciona en los vestuarios es la que se establece entre los veteranos que enseñan y los jóvenes que aprenden. Y solo si los dos son inteligentes. Pero en aquella habitación, el líder había sido el joven que me llamó la atención. Un buen ejemplo de la importancia del liderazgo compartido».

En estos cambios de generación, la camiseta de una selección pesa y se convierte en una dura carga para los que dan sus pininos con el equipo de un país… En el fútbol es común ver a jugadores que son unos bravos en sus clubes, pero con la selección son la cara opuesta. Fepafut

Probablemente en Panamá veremos a unos cuantos experimentados y a una mayoría de jóvenes en la primera fase de la eliminatoria que se avecina, algunos incluso con experiencia de una Copa del Mundo, pero por muy promesas que sean no dejan de ser unos chicos sin la madurez para una selección mayor. Por eso la necesidad de jugadores con experiencia como Román y otros, que fueron clave para conseguir el objetivo de una Copa del Mundo, para ir madurando a la nueva camada.

Tal vez el Bolillo Gómez, que estuvo en varios mundiales como asistente y como entrenador principal, no fue un dechado de virtudes cuando estuvo al frente de Panamá, pero en el tema de camerino marcó la diferencia metiéndole en la cabeza de cada jugador que sí se podía ir al Mundial. Claro, la diferencia con lo de hoy era que tomó a un equipo con un grupo de jugadores ya consolidados y con mucho recorrido internacional.

En estos cambios de generación, la camiseta de una selección pesa y se convierte en una dura carga para los que dan sus pininos con el equipo de un país, sobre todo en un partido oficial. En el fútbol es común ver a jugadores que son unos bravos en sus clubes, pero con la selección son la cara opuesta. La presión de un país suele pesar más que la fuerza de una hinchada. En esa transición con la selección se necesita además del aporte del entrenador, se requiere igualmente del apoyo de futbolistas de experiencia y más en esta primera etapa, para que les de ánimo al nuevo talento en el anhelado objetivo.

Un partido de eliminatoria es diferente a cualquier otro por muy débil que se muestre el rival. Lo que viene es una oportunidad para que los pelaos comiencen a cargar ese chip en sus cabezas con el sueño mundialista, que siempre tiene que estar en sus mentes por muy difícil que se vea el mañana. Por eso la importancia de la presencia del jugador que marcó el gol más importante en la historia del fútbol panameño. Su experiencia es valiosa en el campo o en la banca, donde lo decida el entrenador, pero sobre todo en el camerino.

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