La realidad del país se debate como en el fondo de una olla de grillos. Cuando aún no se termina de asentar un escándalo, presto salta otro para apartar la atención pública en dirección contraria a la que apuntaba el anterior.
Y entre uno y otro, la ola de saltos escandalosos logra fragmentar la atención ciudadana de tal manera que la indignación igualmente se diluye al grado de perder fuerza y capacidad para iniciar cualquier cambio en el rumbo de la vida nacional.
Para muestra los botones de las últimas semanas. El escándalo de los contratos otorgados por una institución cultural a un conocido promotor musical pasó al olvido luego que se revelaran las brutales circunstancias a las que eran sometidos los niños y adolescente alojados en albergues sin que mediara la supervisión a la que estaban obligadas las pertinentes instituciones del Estado. Y hace un par de días surge la información sobre la parentela de un personaje político enquistado en una destacada posición de uno de los principales órganos estatales que, pasando por encima de la programación y las fases del proceso de vacunación, logran la inmunización por los nexos familiares. Como la infamia de lo ocurrido en los albergues resulta difícil de borrar y es de tan profundos alcances, nos salta otro grillo inesperado: la renuncia de quien dirige nuestro Ministerio Público. Por si eso no bastara por sí solo, se suma, hace algunas horas, la renovada indignación pública ante las revelaciones que señalan a dos figuras públicas con muy mala prensa, que aprovechando su membresía con la institución bomberil, pretenden el acceso prioritario a la vacuna.
Escándalo tras escándalo, salto tras salto de grillos consecutivos mantienen en ascuas la mirada ciudadana llevando su atención de un punto a otro tan fugazmente que no logra fraguar una reacción coherente y unificada.
¿A quién o a quiénes conviene esto? ¿Resulta casual o es producto de una estrategia ejecutada con la finalidad de anular las exigencias nacionales?
Ante la inexistencia de una oposición política- carcomida por sus intereses grupales o su incompetencia-, ante la ausencia de respuestas a los problemas de la nación y ante una gestión donde reina el criterio político más que el técnico, no es difícil vislumbrar la respuesta.
El espectáculo al cual asistimos será recurrente, porque ante la falta de una visión de gobierno y de los talentos necesarios para su ejecución- si existiera tal visión- la única opción en las mentes febriles de los “estrategas” a cargo es el pan y el circo. ¡Que suelten a los leones!